martes, 26 de abril de 2011

PRoGRaMa DoBLE

Aprovechando el autismo humano en el que se encontraba inmersa mi ciudad durante tan santos días, y amparándome en tan intempestivo tiempo, pude aprovechar para darme unas intensas y catódicas sesiones de cine. Dos películas españolas de reciente producción abrieron tan desangelado festival.
"No controles" es la segunda película de Borja Cobeaga, tras el éxito y buena acogida de su anterior film "Pagafantas". En esta ocasión, su director no ha tenido la misma suerte y la película aunque bebe de las fuentes de su predecesora. Una divertida comedia romántica, no exenta de ese humor fresco que caracterizaba "Pagafantas". Quizas eché a faltar un mayor rigor a la hora del casting, un reparto en el que Julian Lopez termina comiéndose al resto de actores, dando vida a Juancarlitros, un personaje tan excesivo como curiosamente entrañable.





"Los ojos de Laura" es la opera prima de Guillem Morales, una cinta producida por Guillermo del Toro que cuanta con Belén Rueda de protagonista. Una historia cargada de suspense, y que juega muy inteligentemente con el ancestral miedo a la oscuridad. En el film, el personaje que interpreta Belén Rueda, comienza a investigar el aparente suicidio de su hermana ciega, comprobando que detrás del mismo se esconde un terrible suceso. Quizás habría que achacar el punto previsible que alcanza la misma a partir de la segunda parte, en todo caso se trata de un film interesante que consigue mantener nuestro interés.

La GRaN DePResióN


De vuelta de nuevo en el blog, tras cinco días de absoluta dejadez pascuera, Todo un homenaje al desencanto y la desidia en cinco días de los que hoy estoy empezando a recuperarme. A diferencia de otros años, en este ni siquiera ha habido la habitual visita a la semana santa marinera del cabañal, ni la siempre oportuna escapada pascuera. El tiempo, el mal tiempo sin duda ha hecho el resto.
Comencé las vacaciones de teatral manera, acudiendo el pasado miércoles, mientras media España se debatía futbolísticamente, al teatro Olimpia para ver “La gran depresión” una obra protagonizada por Loles León y Bibiana Fernández. Una obra escrita y dirigida por Félix Sabroso y Dunia Ayaso, una pieza creada para el disfrute y lucimiento de tan singular pareja artística. Para ello sus autores han potenciado la singularidad de tan extraño dúo para hacernos pasar un rato divertido sin más. El reencuentro entre dos viejas amigas que no se ven desde hace más de 8 años, sirve para que estas saquen a la luz son eternas discrepancias y sus mas bajas miserias. Ni que decir tiene que lo mejor de la obra, es la oportunidad de poder ver a las dos juntas en escena por primera vez. Las tablas de Loles están fuera de lugar, me llamo mucho la atención la transformación de la actriz, que ha adquirido un punto muy Lina Morgan, dicho sin ningún tipo de acritud, que fue muy del agrado del público que abarrotaba el Olimpia. Lina ya tiene una heredera, en cuanto a Bibi, consigue dar el contrapunto a tan excesivo personaje, aportando su destacable presencia. Un entretenido espectáculo en el que las actrices se permiten incluso improvisar, en el que se aprecia la complicidad que existe entre ambas. Una complicidad que en algún momento, desembocó en improvisados ataques de risa.
Muy recomendable para fans….


miércoles, 20 de abril de 2011

SpaNisH FOLK 2






DeuDa dE SaNGRe


- Doctor, no se como agradecérselo, dijo Jonás con la voz entrecortada mientras intentaba incorporarse en la cama.
- Es mi trabajo, contestó el cirujano, al tiempo que infiltraba el contenido de una jeringuilla en el gotero del enfermo, adquiriendo este un intenso tono azulado.
- Doctor, le debo la vida, contestó Jonás con los ojos vidriosos.
- Si, y ahora esta me pertenece, contestó el doctor con una ligera sonrisa, impasible a la cruel agonía del joven.

lunes, 18 de abril de 2011

AMAPOLAS


Un domingo más, y siempre de la mano de su madre, Lucia viajó hasta Valencia en tren para ver a su hermana mayor que permanecía ingresada en un sanatorio para tuberculosos junto a la playa. Toda una aventura para una pequeña que vivía de espaldas al mar, toda una aventura que llenaba de color la oscura época en la que le había tocado vivir. La guerra había terminado pero sus secuelas habían dejado raíz en tan árido paisaje. Un paisaje aun si cabe mas sombrío después de que a su hermana mayor Clara se infectara con el despiadado virus que contrajo tras compartir catre con una joven refugiada que huía de la crueldad de tan dura contienda. Sentada en el tranvía, de camino a la Malvarrosa, Lucia jugaba con sus ensortijados rizos, esos mismos rizos que Clara se empeñaba en cepillar cada noche a la sombra de un candil. Una labor que nunca fue del gusto de la pequeña, y que ahora echaba tanto de menos. Una laboriosa tarea que su hermana, a modo de premio, remataba colocando con delicadeza una amapola en el rizado cabello de la niña. Los primeros golpes de salitre en forma de suave brisa auguraban a la pequeña la última parada del dominical tranvía. Cogida con fuerza de la mano de su madre, llegó hasta el hospital, esperando sentada en un banco justo enfrente de la ventana a la que su hermana se asomaba para saludarla. Era un día especial, Lucia había hecho un dibujo para ella, un precioso campo repleto de amapolas, las mismas con las que su hermana adornaba sus cabellos, para que luciese en la triste habitación de aquel hospital. Sin poder permanecer más tiempo sentada, esperaba inquieta frente a la ventana que no acertaba a abrirse. Allí permaneció de pie ceca de media hora, esperando que Clara, como cada domingo, se asomase al ventanal para saludarla y llenarla de besos. Un seco golpe de aire la sacó de su desasosegado letargo. Un golpe de brisa carente de salitre, de frescor, de felicidad. Un golpe de viento atravesó su corazón con funestos augurios, al tiempo que sobre sus cabellos se dejaba caer con delicadeza una bonita amapola. De vuelta al pueblo, sentada en el tren, una furtiva lágrima fue a caer sobre el campo de amapolas que con tanto cariño había dibujado. Pasó mucho tiempo hasta que Lucia volviese a ver el mar.

viernes, 1 de abril de 2011

CóRDoBa, eXTeRiOR NoChE



La noche cordobesa luce en armoniosa penumbra sus recónditos rincones, siempre hay alguno por descubrir. Nuestra última noche comenzó en una bonita iglesia en la que al pasar descubrimos que estaba a punto de celebrarse una boda. No pudimos resistirnos y decidimos quedarnos para ver llegar a la novia, hacerle fotos y acompañarla hasta el altar. Cualquier excusa es buena para disfrutar de los encantos de la ciudad. Volvimos a enredarnos entre las sugerentes calles de la judería, nos despedimos de las bodegas Guzmán, nos impregnamos de su recio olor a vino y terminamos cenando en un fantástico bar., “El mesón de las flores”. A modo de despedida, degustamos sus locales especialidades a ritmo de tapa y silbato de arbitro en partido liguero. Descubrimos las croquetas de rabo de toro, y saboreamos con nostalgia nuestro último salmorejo. A fin de no dejarnos llevar por incomodas melancolías, regamos las tapas con unos finos, los suficientes para evitar que en ningún momento la sonrisa desapareciese de nuestro rostro, lo suficiente para que nuestros antaño ceremoniosos pasos, se volviesen torpes y desequilibrados en tan variable asfalto. Brindamos con vino dulce y descubrimos un bonito y estrecho callejón justo a la vera del local. El callejón de las flores se abría paso entre centenarias viviendas. Una ajustada vía de cuyas paredes penden en desigual formación montones de macetas con flores, que a modo de alfombra nos invitan a descubrir una pequeña y encantadora placita de la que, por unos minutos, desee nunca marcharme. Un último paseo por los alrededores de la mezquita, cuyo valor histórico tan solo es superado por su belleza, por su magia. Cruzamos el puente romano hasta la torre de Calahorra, atravesamos el rió Guadalquivir orientados por el elegante cielo estrellado cordobés a ritmo del hip-hop que un grupo marcaba en un concierto al aire libre. Ya de vuelta al hotel, cabizbajos y en silencio recorrimos las mismas calles, despidiéndonos en silencio de sus casas, sus mesones, sus monumentos y su gente, que con tanto cariño nos acogieron durante estos inolvidables días. Una breve a la par que intensa mirada a la plaza de las tendillas antes de subir al hotel, sirvió de discreto y saludable brindis a tan emotivo viaje.




MaRiaCHis





DisPeRSos eN CóRDoBa




Sin duda alguna, lo que más me gusta de la ciudad de Córdoba es pasear sin rumbo fijo por entre sus empedradas calles, sentir la textura de las desiguales piedras que coronan su asfalto, en mis urbanos talones. Me gusta dejarme llevar por mis pasos perdidos, admirando de sosegadas maneras todos y cada uno de los rincones de su confuso callejero. Es precisamente en la anarquía viajera donde servidor mayor placer a la hora de visitar una ciudad, sin planes previos, sin visitas guiadas, sin compromisos previos. Deambulábamos por los alrededores de la mezquita, disfrutando de cada uno de los rincones que esta nos regalaba, repartiendo nuestra atención con el objetivo de nuestras cámaras digitales. Nos impregnamos sin querer de su historia, de los siglos que acumulan a sus espaldas y que lucen sin pudor, con el orgullo que te otorga la veterania. Curioseamos en las tiendas de recuerdos, ejerciendo sin decoro de improvisados turistas. Visitamos la Sinagoga judía, el mercadillo de artesanía, nos perdimos por las enrevesadas y estrechas calles de la judería al tiempo que sin prisa pero sin pausa dábamos buena cuenta de las tapas y vinos que encontrábamos a nuestro paso. Visitamos finalmente su Museo arqueológico, nos impregnamos de su historia y descubrimos las ruinas de un antiguo teatro romano mientras palpábamos sin recato sus piedras que altivas y solemnes nos hacían participes de su glorioso pasado.



ARaMís eN EsTADo PuRO