Era la primera vez que me
que servidor accedía al Universo cruceros, si bien durante años he
sopesado esa posibilidad, no fue hasta el septiembre pasado cuando
pude cumplir este deseo. Mi experiencia era nula, mis únicos
referentes eran como siempre cinematográficos Por supuesto la mítica
serie de “Vacaciones en el mar” y por otro lado la película de
Alfredo Landa “Cateto a babor”. Precisamente con esta ultima fue
con la que me sentí mas identificado, cuando después del oportuno
check-in con la imposición de manera ceremonial de la consabida y
muy deseada “pulsera todo incluido” accedí al buque, no sin
antes posar para los empleados de la naviera ante un improvisado
photo-call con palmera de cartón piedra y salvavidas incluido a
modo de decoración.
Tengo que confesar que me
angustiaba sobremanera la idea de residir durante una semana en un
pequeño camarote sin ventanas, aunque posteriormente descubrí que
la anteriormente citada pulsera mágica o mejor sus consecuencias,
conseguían que una vez dentro de la cabina subir a la cama y
quedarme dormido era más que inevitable, obligatorio.
Tras inspeccionar
meticulosamente el camarote, abrir todos sus cajones y descubrir que
nuestro asistente se llamaba Leonildo, decidimos subir al buffet
libre a comer.
La estética del buffet
seguía un poco la linea del resto del barco, mucha moqueta, mucho
dorado y mucho glamour low cost, es lo que hay.
Ver tanta comida junta
provoco en nosotros un ligero vahído que se incrementó con los
primeros movimientos del buque.
Soy muy fans de los
buffet, de hecho después de una semana, a mi vuelta el momento
comida y cena nunca volvió a ser lo mismo. Disfruto mucho de ese
momento fusión, en el que mezclas en el mismo plato, un par de
croquetas, un puñado de ensaladilla, con unos macarrones con chorizo
y un pedazo de merluza al pìl-pil. Ahora me resultan tan aburridos
mis platos.
Sin duda la barra en la
que te servían el vino, se convirtió rápidamente en mi favorita y
mi asiduidad a la misma, provocó que acabase entablando una bonita
amistad con Walter, su camarero.
Nuestro primer contacto
con el buffet fue, digamos que excesivo, lo cual no ayudaba nada al
simulacro de naufragio que teníamos que realizar en apenas 15
minutos.
Ponernos los oportunos
chalecos salvavidas, no fue una tarea fácil después de la indigesta
comida y de las 4 copas de cava con las que brindamos por la
travesía.
Recuerdo perfectamente
hacer continuados esfuerzos para que no se me cerraran los ojos
durante la explicación de la tripulación, mientras a duras penas
mantenía a mi cabeza, empeñada en dejarse caer en vuelo libre sobre
el acolchado salvavidas.
Sin duda un momentazo el
momento simulacro.
Ya por la tarde seguimos
investigando todas las cubiertas del barco, el casino, todo un
homenaje al universo Las vegas que a mi personalmente me encantaba.
Los diferentes bares con actuaciones en directo, el restaurante, el
gimnasio, la disco. De todos ellos os daré buena cuenta en este
libro de bitácoras glam.
De todos modos, si tengo
que elegir mi lugar favorito del barco, sin duda seria el Salón
Broadway. Una sala de fiestas con escenario en el que todas las
noches se podía ver un espectáculo diferente, con bailarines,
cantantes, músicos y artistas visuales, insisto todo muy Las Vegas.
Lo peor sin duda, sus anfitriones o maestros de ceremonias, un
brasileño y un panameño que se empeñaban en ser graciosos y que a
duras penas lo conseguían Aun así, he pasado grandes momentos en el
salón Broadway siempre acompañado de un mojito.
El Restaurante Mirasol
servia comidas y cenas, como alternativa al buffet, a diferencia de
este , aquí te ubicaban en una mesa compartida durante toda la
travesía y sus menús, aunque mucho mas elaborados y cuidados que
los del buffet, también eran mucho mas, muchísimo mas escasos. La
primera noche nos sentaron en una mesa con varios matrimonios con los
que apenas cruzamos palabra, y con un señor que viajaba solo y que a
pesar de no dejar de mirarnos a mi compi Pepe y mi, no llegamos a
cruzar palabra. Cuando nos levantamos para salir del restaurante, me
sorprendió ver como el ausente comensal se levantaba al tiempo que
nosotros y nos seguía Una vez en el hall, propuse a pepe salir a
fumar a la cubierta y cual fue mi sorpresa cuando el señor que nos
había seguido y que se había parado a nuestro lado respondió:
En décimas de segundos
paso por mi adulterada cabecita la película “Mujer blanca soltera
busca” con esa compañera de piso esquizofrenica que la acosaba.
Sin apenas pensarlo y con
el único fin de huir de la invitación, dije yo:
Creo que me voy a tomar un
café
A lo que el señor auto
invitado respondió con un:
si, vamos a tomar algo.
Una vez parados en la
cafetería y viendo que el tipo no entendía nuestra incomodidad,
acabé soltando al tiempo que con un sobreactuadisimo bostezo:
Que sueño, mejor vamonos
a dormir....
Parece ser que mi recogida
interpretacion hizo efecto y sin mediar palabra, el hombre se fue
solo directamente a la barra, momento que nosotros aprovechamos para
huir despavoridos a fumar a la cubierta aunque era inevitable y mas
en su caso que nos lo volvieramos a encontrar una hora mas tarde.
Pero esa es otra historia, la historia de Wally, muy presente, a
nuestro pesar, durante todo el crucero, ya lo ireis descubriendo....
continuará
4 comentarios:
El Rancio
cuanto le gusta al Dr. Magenta la Boheme.
Dónde estará wally?
Mejor no lo nombres, a Wally digo, no ocurra como con Bitelchus que lo llamabas 3 veces y aparecia....
Creo que me iria a vivir el resto de mi vida en un barco que nunca tocara tierra, eso si con buffet libre y pulserita Todo incluido....
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