Tras nuestra primera
noche de crucero, amanecimos cercanos a las costas de Málaga, donde atracamos
al mediodía. Antes dimos buena cuenta del desayuno-almuerzo-comida que nos
metimos entre pecho y espalda, eso sí, siempre disfrutando de las maravillosa vistas
de la costa malagueña. Y no puedo más que pronunciar, ahora que estamos
evocando ese fantástico momento buffet,
un cita que me regaló el otro día mi amiga Begoña y que dice algo así
como:
“El civismo termina
cuando comienza el buffet-libre”
Una autentica fiesta
del exceso que en ese momento desayuno culminó con una copa de cava. Estábamos
dispuestos a ser recibidos en Málaga, con alegría, con mucha alegría.
Apenas teníamos unas
horas que intentamos aprovechar sin prisas y si un rumbo fijado. Paseamos por
su maravilloso y nuevo puerto, disfrutamos de su bullicio y ambiente y ya
dentro de la ciudad nos encaminamos por entre sus bonitas calles en el centro histórico.
Antes, pasamos a echar
un vistazo al museo Pompidou, un museo de arte moderno que me gustó por lo
variado de su propuesta, y su cuidado
edificio.
Una pequeña representación de los mejores artistas de arte moderno
concentrada en un espacio asequible, cómodo y agradable de visitar. Que nos
despachamos en tiempo record. Confieso que soy bastante rápido en mis visitas a
museos y exposiciones, mi record, difícil de superar fueron 30 minutos
visitando el MOMA de New york. Había tantas cosas que ver fuera….
Recorrimos más tarde
las calles adyacentes a la catedral a la búsqueda de un bar donde tomarnos un
vinito, principal argumento de la fugaz visita malagueña. Antes de entrar en el barco de nuevo,
visitamos un museo de cofradías e imágenes religiosas, siempre bajo la atenta
mirada del reloj
Apeas 4 horas para
recorrer la ciudad y quedarnos con ganas, muchas ganas de más. Málaga queda
pendiente para una visita en condiciones.
Ya en el barco, nos
preparamos para la velada nocturna, que esa noche estaba dedicada al amor,
motivo que celebramos con un par de mojitos y disfrutando del espectáculo diario
en el Salón Broadway que en esta ocasión resulto especialmente ñoño, tuve que
echar mano de el dulzor de la piña
colada para evitar un ataque de acidez, y encima sin cenar,…..
El restaurante Miramar seguía
los cánones estéticos del resto de la embarcación, moqueta a tuti plen, mucho
dorao y manteles rojos a juego con la moqueta, Una maravilla…..
En esta ocasión ya nos
ubicaron en nuestra mesa definitiva, y conocimos al resto de comensales con los
que íbamos a coincidir a diario en el momento de la cena. Eran tres matrimonios que se comportaban y
hablaban de cosas de matrimonios. Lo cierto es que nosotros no estábamos
demasiado receptivos, nos limitamos a
ser correctos y sonreír sin que en ningún momento asomase el más mínimo punto
de empatía.
Otra cosa era nuestra
camarera y maestra de ceremonias, Vanesa, una joven brasileña con un punto muy andrógino
a medio camino entre Sade y Grace Jones. Con la sobriedad que le caracterizaba,
cada noche de forma solemne nos presentaba los diferentes platos de la carta a
modo de azafata de vuelo para posteriormente tomar nota de la comanda, siempre
acompañada de su fiel ayudante Emerson al que cogí gran afecto por esa
profesionalidad al estar pendiente de rellenar mi copa de vino cada vez que esta
disminuía su volumen. Emerson era como
el policía bueno en esta singular pareja. Era él quien regaba las copas y al que de forma discreta podía pedirle
repetir algún plato. Vanesa nos daba un poco de miedo.
Ese exceso de celo en
su trabajo, colocándote la servilleta en las piernas, preguntándote cada vez que te
recogía el plato si te había gustado, me resultaba en ocasiones incomodo,
aunque el resto de comensales parecían estar en su salsa hablando
constantemente de sus anteriores cruceros
mientras pepe y yo comentábamos los modelos de las señoras.
Aun así, no podíamos
quejarnos de nuestros compañeros viendo lo que se cocía a nuestros alrededores.
Una vez mas y después de comprobar por primera vez la calidad y sobre todo “cantidad”
en los platos servidos, no pude más que evocar una vez más el excesivo buffet
de la planta superior, una autentica fiesta de la gula que por salud decidimos
limitar exclusivamente a comidas y desayunos,
Después de la cuarta
copa de vino que me sirvió Emerson, una
fugaz visión me vino a la cabeza cuando creí, y sigo creyendo, reconocer
a una de las comensales de la mesa que era de Murcia, como ex concursante de
Gran Hermano, intente hacerle una foto robada mientras comía el postre pero me
resulto imposible. Lo peor es que no ceso allí
el festival de “parecidos razonables”, porque ya en el postre reconocí a
la presidenta de argentina, Cristina Kirchner , sentada en la mesa contigua. No pude reprimirme y traslade
mis impresiones a mi compi que me sorprendió cuando con la mirada perdida hacia
el frente me comentó, que el marido de la ex concursante de Gran hermano era un
actor que salía de secundario en la serie “Breacking bad” La paranoia estaba
llegando demasiado lejos por lo que deje que Emerson llenara por última vez mi
copa y tras saborearla nos despedimos con un tímido hasta mañana.
Ya en la cubierta nos
cruzamos con Wally, el pasajero acosador que seguía a una pareja de señoras con
cara de pedir auxilio. Nos apiadamos de ella y
decidimos entrar el salón Rendez Vous, donde amen de saborear unos daiquiris,
asistimos con un fervor, a mi modo de
ver, excesivo, al concurso de sevillanas que allí se estaba celebrando.
Las últimas copas solíamos
consumirlas en el casinos, rodeados de maquinas tragaperras y de ruletas y
asistiendo a la actuación de un dúo musical en el que la chica cantaba
canciones que inevitablemente te
invitaban al bajón de ánimo, por no decir directamente al suicidio. Era nuestro
momento decadente del crucero, Una invitación al silencio, al sueño… buenas
noches.
2 comentarios:
Un verdadero reportero "vacaciones en el mar magenta"
Te he podido ver recorriendo todos los salones...
Eso es porque me conoces bien jjejjeje
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