Habiamos cruzado el
ecuador de nuestro viaje y apenas nos quedaban dos destinos por
visitar. El primero de ellos la isla de Córcega y en concreto la
ciudad de Ajaccio. Alli atracamos a primera hora de la mañana, tras
el caotico desembarco al que nos tenia acostumbrados la compañía,
nos dirigimos hacia el centro, con la única intención de perdernos
durante 3 horas por sus calles, sin idea alguna de que visitar ni
donde ir.
La primera impresión fue
agradable, una pequeña ciudad, que a pesar de ser la capital de la
isla tenia mucho encanto mediterráneo El centro histórico con sus
casas portuarias, un paseo en el que se vendían básicamente
alimentos de la zona y por su puesto ese universo souvenirs, de los
que dimos buena cuenta.
Siempre que salgo de viaje
me propongo no comprar recuerdos que finalmente acaban en la basura o
perdidos en algún cajón del salón, pero cuando llego a una tienda
y veo tantos colorines juntos, tantos objetos absurdos acumulados en
tan escaso espacio, acabo sucumbiendo a sus encantos y comprando de
forma compulsiva tonterías que luego no se ni a quien regalar.
Ante nuestra dispersión y
falta de criterio decidimos finalmente subir a un bus turístico y
hacer un recorrido por la ciudad. Maravillosas playas nos acompañaron
durante el trayecto, que ofrecía curiosos contrastes que me
llamaron la atención especialmente. Mientras a tu izquierda podías
disfrutar de una preciosas calas , y de espectaculares residencias
veraniegas. A la derecha podías disfrutar de la placidez y
espiritualidad de un larguísimo cementerio a ras de carretera,
cientos de imponentes panteones, lucen solemnes ante el paso de los
turistas. Justo detrás de ellos, modernos apartamentos y hoteles con
vistas a la playa.... y al cementerio.
Terminado el recorrido,
nos adentramos de nuevo por el centro en busca de wiffi perdido, con
decepcionantes resultados. Dejábamos Corcega envueltos en una ligera
lluvia que iría a mas, conforme avanzara la tarde. Como preámbulo a
una accidentada noche de navegación que obligo a suspender el
espectáculo musical, momento que nosotros aprovechamos para hacernos
fuertes en el salón Broadway y dedicar un buen rato a a improvisar
un photocall en tan fantástico escenario.
El resto de la noche, lo
pasamos intentando mantener el equilibrio, una complicada tarea,
debido lo agitado que estaba el mar y, porque no decirlo, al festival
del mojito con el que decidimos hacer frente a tan intempestiva
velada.
2 comentarios:
Los Souvenires.
Pues a mi eso de souvenires si que me gusta mucha. Quisiera que viesen la nevera. Está cuajaica de imanes.
¿Y Quike?
Una bonita forma de evocar los viajes que uno ha hecho cada vez que abre la nevera....
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