jueves, 30 de septiembre de 2010

SoY Lo PRoHiBiDO


De poco o nada le había servido a Manuel, salir media hora antes de la oficina. Una vez en el coche, recordó el encargo que su esposa le había hecho y tuvo que cruzar la ciudad para recoger el vestido que la pequeña Angela luciría en su sexto cumpleaños.
Angela era su debilidad y se notaba, por mucho que se esforzase en que esto no ocurriese delante de Víctor, su otro hijo.
- Cariño, no me esperéis a cenar, tengo trabajo y acabaré tarde. Dijo Manuela al teléfono, al tiempo que con su coche intentaba encontrar un hueco donde poder aparcar.
- Hola lidia, saludo con desgana a la camarera que en ese momento reponía las bebidas en la nevera de la barra.
Apenas le quedaban diez minutos, con destreza se deshizo de su portátil y del portafolios que llevaba en la mano y se sentó frente a su mesa. Un bonito marco con la foto de Ana y los dos niños la presidía.
- Aquí tienes, dijo Lidia mientras le dejaba un poleo menta sobre la mesa.
- El traje lo tienes en el armario, lo trajeron esta tarde de la tintorería.
- Gracias, respondió Manuel al tiempo que contestaba el teléfono que no dejaba de sonar. Era su pequeña, una enorme sonrisa se instalo de forma espontánea en su rostro.
- Si tesoro, ya he recogido tu vestido, ahora papa te tiene que dejar que tiene mucho trabajo, contestó sin poder esquivar la mirada de aquella bonita fotografía.
- Cinco minutos, grito Lidia al otro lado de la puerta.
Rápidamente Manuel se levantó de la silla para empezar a prepararse. Colocó su mp4 en los altavoces mientras se quitaba la camisa.
Soy esa fiebre de tu ser
Que te domina sin querer,
Soy lo prohibido….
Soy lo prohibido, pronunció con su cara reflejada en el espejo al tiempo que comenzaba a maquillarse.
Soy ese nombre que jamás
Fuera de aquí pronunciaras….
De ceremoniosa forma, Manuel comenzó a ponerse las pestañas postizas que con delicadeza había dejado encima de la mesa, ahora llena de maquillajes, collares y abalorios.
La oscuridad se hizo fuerte en aquella pequeña sala de fiestas mientras una voz en of anunciaba en la penumbra:
Señoras y señores, con ustedes, la voz, la presencia, el misterio hecho mujer, lo prohibido…. Samantha




Soy ese vicio de tu piel
que ya no puedes desprender.
Soy lo prohibido.

Soy esa fiebre de tu ser
que te domina sin querer.
Soy lo prohibido.

Soy esa noche de placer,
la de la entrega sin papel.
Soy tu castigo.

Porque en tu falsa intimidad
en cada abrazo que le das
sueñas conmigo.

Soy el pecado que te dio
nueva ilusión en el amor.
Soy lo prohibido.

Soy la aventura que llegó
para ayudarte a continuar
en tu camino.

Soy ese beso que se da
sin que se pueda comentar.

Soy ese nombre que jamás
fuera de aquí pronunciarás.

Soy ese amor que negarás
para salvar tu dignidad.
Soy lo prohibido.

lunes, 27 de septiembre de 2010

La HeRMaNa FLoRa

- Hermana Flora, un muchacho pregunta por usted, gritó la hermana Paula desde la ventana de la cocina.
Bastaron un par de minutos para que la monja atravesase los fríos pasillos del convento en dirección a la puerta. Ni siquiera lo apresurado de sus pasos consiguieron trastocar las oraciones que en ese momento realizaban sus hermanas en la capilla.
Eran tiempos de crisis, con los años y la falta de vocación, cada vez eran menos en la congregación. Los problemas económicos ahogaban la comunidad, y ni siquiera los antaño generosos donativos de los feligreses, ni la venta de sus apetitosas yemas, conseguían sacar adelante tan espiritual empresa.
El pequeño huerto había dejado de ser rentable y Flora a duras penas podía hacerse cargo del cultivo de las frutas y verduras con las que en los últimos años habían conseguido sobrevivir a tan precaria época.
- Dígame hermana, ¿Qué planta es esta que cultiva usted con tanto esmero? Preguntó con curiosidad la madre superiora al tiempo que miraba las numerosas plantas allí sembradas, por encima de sus gafas, arqueando las cejas.
- Esta planta sin frutos y de apagado y monocromático aspecto nos ayudará a salir del oscuro agujero en el que ha caído este nuestro convento madre, contestó la hermana Flora mientras podaba con esmero uno de sus hojas.
Tocaban a maitines en el convento, y todas las hermanas, con la hermana Flora a la cabeza atravesaban en silencio el convento en dirección a la puerta de entrada. Cargadas cada una de ellas con enormes bolsas de las que rebosaban con descaro las ramas de tan protegida planta se dirigían de ceremoniosa manera al tiempo que con sus delicadas voces entonaban agradecidos cánticos. Todas menos la hermana Rafaela, que con gastronómica curiosidad, recogió y posteriormente trituró algunas de las hojas que accidentalmente quedarón en el suelo, para posteriormente y dejándose llevar por esa misma curiosidad, sazonar un apetitoso cocido con tan desconocida especia.
- Huele a gloria y seguro que sabe mejor, comentó la hermana felicitas mientras iba sirviendo los platos de todas las hermanas.
Ni que decir tiene, que el convento de las Hermanas de la Caridad, no recuerda cena más alegre y disparatada. Las risas incontroladas resonaban con eco entre los muros de tan vetusto convento. Unas horas tan solo apagadas cuando la hermana Flora de ceremoniosa manera se acercó hasta la mesa que presidía la madre superiora.
- Hace unos días me preguntaba madre, que extraño fruto florecía entre tan toscas plantas.
- Es el fruto de la felicidad, dijo la hermana Flora al tiempo que amontonaba un enorme fajo de billetes de 100 euros sobre la mesa.


BaRBeRiL CiNeFiLiA

El otoño ha hecho entrada, atrás queda ya un calido e interminable verano. Frescos amaneceres avanzaban hace días su entrada. En breve, multitud de hojas cubrirán el asfalto de nuestras ciudades al tiempo que nuestros pies se abren camino entre tan efímeras alfombras.
El otoño, estación de transito, la antesala de un frió invierno y de unas siempre inoportunas fiestas navideñas. Quizás por eso, y anticipándome a la caída de la hoja, la otra tarde decidí hacer una visita a mi peluquero, mi cinéfilo peluquero. 
Nunca me he caracterizado por mi barberil fidelidad. A lo largo de mi vida he cambiado de peluquero como lo hago de canal de televisión. Como si de un zapping se tratara, he alternado clásicas barberías con Academias de peluquería o estilosas franquicias.
Hace algo más de un año que soy fiel a mi cinéfilo peluquero. Conocí su establecimiento hace unos años. Un anciano barbero lo regentaba hasta que mi peluquero acabó haciéndose cargo del negocio donde entró como adolescente aprendiz... Poco o nada ha cambiado en la decoración del local desde entonces, salvo los ejemplares del Interviú que son más recientes. El mismo alicatado hasta el techo en un sobrio color crema, las sillas de formica, formando una improvisada sala de espera. Un viejo calendario del Valencia F.C, preside el espacio. A su lado y simétricamente colocados, viejunos productos de pesquería lucen con orgullo perennes al paso del tiempo. Un intenso y casi letal aroma a Varón Dandy, dota a la peluquería de una peculiar y espesa atmósfera. Un entorno sin duda fantástico las cinéfilas conversaciones en las que nos sumergimos mi peluquero y yo.
Nunca me ha gustado ir a la peluquería, pero admito que sentir el paso de la maquinilla por mi cuero cabelludo al tiempo que disertamos apasionadamente acerca de cual de las 3 películas de El padrino es la mejor, tiene su punto. Sin ir más lejos, el otro día tuvimos una interesante conversación sobre el cine de Arturo Ripstein, mientras me igualaba las patillas. Nada que ver con las interminables y soporíferas charlas políticas o sobre fútbol en las que en ocasiones me he visto obligado a participar por educación.
Viva Ripstein y el corte de pelo a navaja, grité al tiempo que me levantaba del sillón y el otoño empezaba a asomar su cabeza por la puerta de tan cinéfilo local.

lunes, 20 de septiembre de 2010

SMoKe

"Smoke" es una de esas películas que uno ve un poco por casualidad y que de forma instantánea termina alojándose de por vida en tu corazón. Una película modesta, sin efectos especiales ni grandes campañas de marketing, que cuenta con un maravilloso reparto encabezado por Harvey Keitel y William Hurt, bajo la dirección de Wayne Wang, responsable de adaptar la novela del mismo título de Paul Auster.
"Smoke" cuanta con un gran guión firmado por el propio Auster y tiene como protagonista un viejo y destartalado estanco en el Bronx y de los clientes que por allí paran. "Smoke" además me dio a conocer a un gran escritor del que he terminado siendo fiel seguidor.Un film para disfrutar dando pequeñas caladas....



GaDiTaNoS ViNiLOS

viernes, 17 de septiembre de 2010

La ReiNA dEL RiFLe

La afición de Lucy por las armas de fuego, no era gratuita. Su padre, el reverendo Brown presidía la asociación “Fuego y fe” en la pequeña localidad de Westerwille en el condado de Delaware (Ohio), de donde eran oriundos. Lucy creció rodeada de armas y desde muy niña, aprendió a manejar un revolver.
A los 6 años, exhibía orgullosa sus habilidades con las armas, en el Festival infantil de tiro”, algo que a su padre el reverendo, le hacia sentir muy orgulloso.
Acababa de cumplir los 16 y Lucy mantenía intacto el mismo entusiasmo por las armas de fuego. Desde hacia un par de años, formaba parte del “Club femenino del rifle”. Con el paso de los años, la joven había desarrollado un carácter introvertido. El prematuro fallecimiento de su madre, la austera educación del reverendo, y el hecho de no ser una muchacha con un físico agraciado, habían ayudado a ello. Pese a todo, Lucy seguía manteniendo su afición por las armas, y cada noche, arrodillada en el suelo, junto a su cama, rezaba por alzarse con el título de “Reina del rifle” en su Westerwille natal.
El día había llegado, y Lucy, que había invertido todos sus ahorros en un bonito traje que compró por catalogo, desfilaba orgullosa por la pista de baloncesto de su instituto, junto al resto de jovencitas candidatas todas ellas a tan preciado premio.
Un cegador halo de luz, la señaló como la elegida, al tiempo que en escenario se llenaba de serpentinas y confetis. Lucy, henchida de satisfacción, no podía dejar de sonreír, sin creerse lo que allí estaba sucediendo. Florence Dollan, la reina del año anterior le hizo entrega de tan codiciado galardón al tiempo que la coronaba como Reina del rifle. Exaltada Lucy exhibía orgullosa su premio, una Winchester 1330 con francotirador, levantándola en alto dejándose llevar por la emoción.
Perpleja comenzó a observar como los allí presentes, no dejaban de reír con alborozo. Hirientes carcajadas que transformaron aquel mágico momento en el peor día de su vida. Lentamente empezó a girarse hacia el fondo del escenario, donde horrorizada descubrió proyectada sobre la pared, imágenes furtivamente grabadas en las que se le podía ver repetidas una y otra vez, con las bragas a la altura del tobillo orinando en el campo. Desencajada se volvió a girar hacia el público allí presente que seguía riéndose en sus butacas ante las repetitivas imágenes. Impasible y taciturna, cargó con violencia su flamante Winchester y comenzó a disparar sin inmutarse sobre los allí presentes.


PRoFéTiCoS VoCALisTaS

La PaELLa TóXiCA

¡Vixca Valencia! gritaban los allí presentes al paso de las autoridades que hacían entrada en aquel lujoso restaurante en la playa. Puestos en pie, los comensales no cesaban de aplaudir, mientras las fuerzas vivas tomaban asiento. Repartidos por las mesas, políticos, constructores, empresarios, personalidades afines, o mejor cojines, sobre los que reposaban las nalgas de un grupo de supervivientes al desaliento, que orgullosos alzaban sus copas, siempre bajo la atenta mirada de sus guardaespaldas, celosos de las puñaladas traperas que por allí se intuían. En el salón, no dejaban de sucederse fingidos saludos, adúlteros y adulterados abrazos e hipócritas sonrisas, cocinadas a golpe de talonario y de oportunas licencias, mientras, los aperitivos hacían su entrada. Los primeros brindis con vino de la tierra, abrieron la puerta a incontenidas risas, en un principio huecas, para dar paso a otras más sonoras y desbocadas. Mientras en la cocina, Ximo, que a sus 76 años seguía al frente de aquel Restaurante, se disponía a echar el caldo en la paella, cuando su nieto Ximet, que aquel día ejercía de improvisado pinche, sacó de su mochila un envase con aceite de hachis que, con cómplice sonrisa entregó a su abuelo, que lo vertió sin miramiento sobre la paella bajo la atenta y socarrona mirada de su nieto. Los primeros acordes del himno, dieron paso a los camareros que exhibían con solemnidad las paellas, como si de una pasarela de moda se tratase.
¡Xe que bó! gritaba desde su mesa un alto mando del ejército al tiempo que con descaro comenzaba a meter mano a un joven camarero rumano que le estaba sirviendo vino, dando paso a una generalizada orgía de desinhibición. Carcajadas descontroladas, palabras sin medida ni control, ponían sobre la mesa negocios escondidos, fraudulentas licencias, censuradas responsabilidades. A medida que el arroz desaparecía de las paellas, se desataban también los deseos carnales sin medida. La mujer de rojo que presidía la mesa, se abalanzó sobre una joven que tenía a su lado mientras comenzaba a besarla sin recato bajo la atenta mirada de un alto cargo de la iglesia que, aprovechando lo holgado de su vestimenta, empezó a masturbarse sin miramientos. Ya en pie, un hombre muy bien trajeado se rasgaba con euforia sus vestimentas al ritmo que imponían dos músicos que tocaban la dolÇaina y el tabalet, mientras no cesaba de gritar “No importa, tengo más”. Las risas desbocadas ahogaban aquel, ya reducido espacio mientras Ximet, escondido hacía fotos de todo lo que allí estaba ocurriendo al tiempo que invitaba a los músicos a salir del restaurante en dirección al mar. Los comensales, totalmente entregados a sus más bajos instintos, seguían cual flautista de Hamelin, a los músicos por la playa, en un peculiar pasacalle, al tiempo que de improvisada manera empezaban a desnudarse, convirtiendo el acto en un bonito homenaje a Sorolla. Un homenaje que nunca llegó a los ojos del pueblo, pese al testimonio gráfico de Ximet, silenciado una vez más por los medios de comunicación locales que, al día siguiente, abrieron sus informativos con la inauguración de una gigantesca pista de hielo en Valencia, la más grande de Europa, faltaría más….
TERTULIA  DISPERSA       

viernes, 10 de septiembre de 2010

ExóTiCOs VoCaLiSTaS 4

UnA FaLLeRa eN La LuNA

Dicen que es de bien nacido ser agradecido, y sin duda alguna Amparin lo era cuando en pleno mes de julio, y con un calor sofocante, decidió vestirse de fallera a fin de agasajar a los invitados de sus padres en la recepción que estos celebraron coincidiendo con las fiestas patronales de Denia, donde residían desde que su padre tomó posesión como alcalde de esta bonita localidad.
Amparin, siguió las indicaciones de su madre, y se dedicó a impostar durante la velada una ortopédica sonrisa a todos los invitados que aquella noche se encontraban en el paseo marítimo. El Ayuntamiento no rearaba en gastos, solo era cuestión de aumentar las contribuciones y la ocasión lo merecía.
Como final de fiesta, media docena de correfocs se hicieron paso entre los asistentes que, poco acostumbrados a este tipo de espectáculos, huyeron despavoridos con la presencia de los primeros cohetes. Todos menos Amparin, que impasible continuaba saludando con una mueca de horror disimulada por su eterna sonrisa.
Eran muchas las esperanzas que la fallera había depositado en aquella noche. Aquella velada, aquellos invitados, podían hacerla llegar muy lejos. Y así fue, cuando en plena orgía de fuego y petardos, un inoportuno cohete terminó enganchándose en uno de los moños de su peinado, provocando que Amparin se elevara con el, hasta perderse, cual estrella fugaz en la noche de Denia.
Mientras ascendía, siempre sin dejar de perder su sonrisa, los allí presentes pudieron escuchar resonando en la oscuridad de la noche, sus últimas palabras:
“Hasta el infinito y mucho más”

martes, 7 de septiembre de 2010

InsóLiToS DuEToS


EnTRe Las RoCaS

San Carlos de la Rápita,  20 Agosto 2010

Pasaban los días en san Carlos, y mis vespertinas escapadas terminaron convirtiéndose en uno de los mejores momentos de la jornada.
Salía del apartamento cuando comenzaba a caer la tarde, huyendo del calor, y me dejaba llevar por mis pasos perdidos, entre eternas filas de casas de veraneo, carentes del más mínimos interés.
La carretera ejercía de peligrosa frontera que me abría la entrada al mar. Caminando campo a través por inaccesibles e inhóspitos senderos, que me abrían la puerta a embrutecidas calas, salvajes parajes abandonados a mejor fortuna. En mi última tarde, decidí ejercer de improvisado explorador, para de inconsciente manera, perderme por tan atractivos espacios.
Comencé a pasear siguiendo mis propias huellas, recorriendo zonas por las que nunca había pasado en mi breve estancia en la zona. Una luz parpadeante me advirtió de la presencia de la carretera que dividía aquel término. Crucé con recelo tan comprometida vía, miré a mi alrededor sin ser capaz de reconocer la zona en la que me encontraba, hasta que reparé en un estrecho y desvencijado camino que se perdía en la oscuridad, y que inmediatamente me dispuse a atravesar. Lentamente me fui adentrando en un espeso bosque que cual paisaje después de una batalla, mostraba humillado sus heridas de guerra. Efímeros vestigios de un pasado reciente brotaban esparcidos por un suelo tan inmundo como carente de calor humano.
Media docena de pequeñas casas de campo abandonadas a peor suerte, se repartían a través de aquella tosca extensión. A medida que me adentraba por aquel camino, una impertinente sensación de miedo y desasosiego se hacia fuerte en mi alma.
Las casas, antaño refugio de efímeros veraneos, resistían con esplendorosa decrepitud. Sus puertas, forzadas por ajenas manos, yacían inertes en el suelo. Arrancadas a patadas, cubiertas de cristales, botellas de vidrio y todo tipo de vestigios que daban cuenta de continuos abusos cometidos durante años.
No sin cierta angustia, me acerqué hasta una de ellas. Para acceder, tuve que saltar un mugriento colchón medio quemado que bloqueaba su entrada. Con sigilo, me asomé por el hueco de lo que antes había sido una ventana, a fin de cerciorarme que esta estaba vacía, y entré con recelo a su interior. Una extraña sensación se apoderó de mi con fuerza, una mezcla de frió, miedo y angustia, provocada por un ligero aunque insistente olor a muerte que me mantuvo paralizado en tan inhóspita estancia durante unos minutos hasta que el eco de unas infantiles voces me sacarón de mi efímero letargo. Para cuando quise mirar, solo pude ver a través del hueco de una de las ventanas como dos niños, cruzaban corriendo en dirección al mar.
Me sorprendió descubrir a alguien en aquel entorno, sobretodo tratándose de un par de crios no mayores de 9 o 10 años, y a esas intempestivas horas. Salí inquieto de la cochambrosa casa e intente seguir el sonido de aquellas voces que poco a poco se iban perdiendo en la penumbra del atardecer. No era el lugar adecuado para que jugasen dos niños, ni siquiera lo era para mí. La oscuridad se estaba empezando a hacer fuerte y aquel sitio cada vez se me insinuaba más como el típico lugar al que acuden los yonquis a chutarse amparados bajo inmundos techos, aislado de la carretera, del mundo….
Entre desperdicios, bolsas de platico inquebrantables al reciclado, mugrientos condones quemados por el sol, y alguna que otra jeringuilla enquistada en tierra llegué hasta un pequeño muro por el que se accedía al mar, a través de una deteriorada escalera de piedra, antaño testigo de emotivas jornadas playeras. Antes de bajar por ellas, pude contemplar como los dos niños seguían jugando al tiempo que recogían piedrecillas entre las rocas. Los observé con la atención que la escasa visibilidad me brindaba, hablaban en francés, alemán, quizás… no se, apenas podía escuchar con el ruido de las olas chocando contra las rocas. Me llamó la atención el hecho de que a esas horas de la noche vistieran con bañador, camiseta y unas sandalias de goma como las que recuerdo se llevaban cuando yo tenía esa misma edad. Una inoportuna llamada en mi móvil, provocó que los dos niños alzaran la vista y cruzáramos nuestras miradas durante escasos segundos en los que sus ojos inmutables se clavaron en los míos, con una mirada ausente, perdida y tremendamente triste que a día de hoy no he conseguido olvidar y que esquivé, aprovechando para cancelar la impertinente llamada al tiempo que comenzaba a bajar las escaleras.
Descendí con cuidado, esquivando cascotes, piedras e irregularidades varias hasta llegar a las rocas, donde sorprendido descubrí que aquellos dos niños ya no estaban allí. Recorrí con la mirada aquel reducido espacio sin encontrar rastro de su presencia, insistí atravesando el lugar, las diferentes rocas por las que les había visto jugar. La oscuridad se apoderaba por minutos de aquel lugar, y quise convencerme de que quizás mi imaginación me jugó una mala pasada y que realmente nunca vi. a nadie entre aquellas rocas. Debía irme antes de que me resultará mas difícil llegar a la carretera no sin la inquietud que me provocaba el pensar en el destino de los dos pequeños, si es que estuvieron allí alguna vez. Cuando me disponía a ascender las escaleras de camino a la carretera, algo llamó poderosamente mi atención. El pequeño cubo en el que depositaban las piedras que recogían, luchaba cuerpo a cuerpo contra las rocas. Me acerqué con cuidado de no caer entre ellas, una convulsa ola arrastró consigo el pequeño cubo cargado de piedrecillas en el que se podía leer “Montreal 76”. Le seguí con mi mirada hasta que el mar en su inmensa oscuridad lo devoró.


A duras penas conseguí salir de tan siniestra cala, salir a la carretera y volver a casa. Intenté olvidarme del tema, pero después de una larga y desvelada noche, me lancé sobre el ordenador intentando encontrar respuesta a todas mis preguntas. Investigue en las páginas Web de los diarios locales para ver si daban cuenta de la desaparicion de algún niño el día anterior. Afortunadamente ninguna información se hacia eco de esta noticia, hasta que un enlace, un infortunado enlace sobre el camping de Les Alfaques situado en la misma zona por la que había estado consiguió dejarme helado cuando el termómetro marcaba en ese momento 36 grados.


 

lunes, 6 de septiembre de 2010

MaDDy GeNetS





En ocasiones las increíbles portadas de discos, anuncian increíbles contenidos. Esta es la sorpresa que nos ha deparado el disco de Maddy Genets ensamble y que cuelgo aquí por petición expresa del Sr.Rancio, con el que tuve oportunidad de descubrir este "interesante" tema.
Puro ensamble, pura fusión, Maddy, una pionera de la música electrónica que actualmente llenaría las pistas de baile.