miércoles, 10 de octubre de 2012

ESPañoleAR

Mi piE iQuiERDo 2

A duras penas conseguí salir del taxi y encajar dentro de mi minúsculo y francamente complicado ascensor. Una ve en casa fui siendo consciente de como todas esas imperceptibles y monótonas tareas que realizo a diario dentro del hogar se complicaban sobre manera al hacerlas con el pie escayolado.
Llevar una bandeja con la cena, un vaso y una botella, a la pata coja sinceramente o es buena idea.
Nunca entenderé a las muletas, al solo disponer de una nunca tengo demasiado claro que brazo debo utilizar, no importarte termino desplazándome (porque a eso no se le puede llamar andar) cual bailarín de una compañía de danza contemporánea moderna, muy moderna....
Insisto en que cualquier situación por nimia que esta sea termina complicándose mucho de esta guisa. No me considero una persona mañosa pero no es normal que ahora que apenas puedo andar, se me termine cayendo todo al suelo. En fin, es un ejercicio de superación. Cada mañana para motivarme me pongo la banda sonora de Rocky.
Y por fin llego ese momento ducha tan temido. Muchas preguntas venían a mi mente, la que mas apremiaba era tan difícil de resolver como contundente.
¿Como co... me ducho sin mojarme la escayola?
Si vale, hay que protegerla en plástico, pero ¿como? ¿Cual es el mejor método? Ansioso de respuestas recurrí a mi oráculo particular, el hombre que tiene todas las respuestas. Yo le llamo simplemente dios pero a el le gusta que le llamen Google.
Sin pensarlo busque a contestaciones en mi portátil, entré en un foro donde acaloradamente se discutía sobre tan polémico tema y después de leerme todas las respuesta, la que mas me convenció fue la de Chamo012 que, basadose en la pratica añadia a la consabida bolsa de plastico una camiseta, para que en el posible caso de que se filtrase el agua, esta fuese absorbida por la camiseta.
Así lo hice, de forma ceremoniosa me metí en el baño,dispuesto a darme una ducha. Durante el tiempo que duró esta se podría decir que mi postura dentro de la cabina también era un poco de danza moderna, con unas poses totalmente artificiosas para evitar que cayese agua sobre la pierna envuelta en plástico como un jamón. En una de las ocasiones, eran tan grotesco mi posado que por poco no acabo estrellando mi mandíbula contra el plato de la ducha.
Con la ligereza de un joven de 80 años, salí de la ducha y tras secarme comencé a intentar quitarme el plastico que cubria mi escayola, un pastico buenisimo de bolsa de basura con asas y perfumado, con el que cubri una vieja camiseta que envolvia mi perna. No pude resistirme a inmortalizar ese momento con una fotografiá que os adjunto. Una pena tener que quitarme la bolsa porque mientras la veía podía ver una obra de Tapies.
Ya lo dijo alguien.... y la vida sigue.



viernes, 5 de octubre de 2012

Mi PiE iZQUiERDo

Aprovecho el reposo al que he sucumbido provocado de accidental manera por un inoportuno esguince, para intentar retomar mi actividad bloguera, tan escasa durante estos últimos meses. Me gustaría poder decir que el esquince fue consecuencia de un desafortunado golpe de balón o de un afinado estiramiento gimnástico. Nada más lejos de la realidad, como suele ocurrir en estos casos, la lesión fue provocada de forma absurda y sin el más mínimo ápice de glamour. Un esguince consecuencia de un inoportuno traspiés al intentar meter mi pie izquierdo en la zapatilla. Un apenas perceptible crujido llego a mis oídos para en cuestión de minutos empezar a notar como mi pie comenzaba a hincharse de desproporcionada manera. Tras bañarlo en réflex, al que soy adicto, un desagradable dolor se iba haciendo fuerte en el mismo al tiempo que mi pie adquiría desproporcionadas formas propias de El hombre elefante. Tras una dolorosa noche de domingo en la que dormí abrazado a una caja de ibuprofeno, el lunes me dirigí al médico a fin de que me diera algún tipo de analgésico. Tras un par de desconcertantes horas en un ambulatorio en el que reinaba el caos más absoluto, conseguí finalmente que me visitaran en la sala de curas, donde la enfermera al descubrir mi pie, lanzo un desgarrador grito mientras salía en busca del médico, que al ver el tamaño que había adquirido mi pie me mando directamente a las Urgencias de un hospital. Una vez allí y tras dirigirme a información, donde una agradable joven me indico donde debía dirigirme y me despedía con una “Paciencia” que hizo que un ligero escalofrío recorriese mi cuerpo al tiempo que me intentaba abrir paso entre todo el personal que cómo yo esperaba en la sala de espera de la sanidad de los recortes. Tras pasar los consabidos tramites burocráticos, entré en la sala de espera de triaje a fin de que el médico oportuno me remitiese a la especialidad indicada para mi dolencia. Casi dos horas sentado en una pequeña sala rodeado de gente con dolencias varias, entre suspiros ahogados, llantos y sonoros quejidos a los que solo les faltaba el rasgueo de una guitarra española. Un acontecimiento enturbio tan desesperante espera cuando un guardia de seguridad hizo entrada para, con inusitada educación, solicitó al hijo de una señora que esperaba ser atendida que saliese de la sala ya que allí solo podían estar los enfermos y no los acompañantes. Tras una breve discusión, el hijo se lanzo con violentas formas sobre el seguridad al grito de “te voy a matar” mientras le cogía del cuello y servidor intentaba salvar su dolido pie de un accidental atropello con el tumulto. La oportuna entrada de dos policías sacó al agresivo acompañante de la sala mientras la madre rompía en un inconsolable llanto atendida por un par de solidarias señoras que también esperaban su turno. Ciertamente el acontecimiento hizo que la espera fuese menos aburrida, una espera que se alargo hasta límites insospechados. Dos largas horas que culminaron en otra sala de espera para , en esta ocasión ser atendido por el traumatólogo que nada más ver mi desconsolado pie me remitió a la sala de rayos X a fin de que me hicieran placas de la lesión para valorar la dolencia. Una vez valoradas estas, el médico tuvo a bien escayolarme la pierna izquierda. Un ATS me hizo subir boca abajo a la camilla y comenzó el proceso que era nuevo para mí, una desconcertante palmadita en mi trasero por parte del enfermero me indico que el proceso había finalizado. Cuando quise darme cuenta me encontraba sentado en una silla de ruedas tirada por un celador que me dejaba en la entrada del hospital mientras me indicaba que esperase allí a mis familiares. El problema es que no había familiares, no había nadie pero cuando comencé a decírselo el enfermero ya estaba demasiado lejos.

 Continuará