Comenzaba el fin de semana festejando el pasado sábado el día de san Vicente mártir, una festividad local, con epicentro a escasos metros de mi casa en la parroquia del mismo nombre donde reposan los restos del santo. Lamentablemente esta con los años e ha ido perdiendo relevancia. Recuerdo desde bien pequeño vivir este día con entusiasmo. Las falleras entrando en la iglesia a fin de venerar al santo, la banda de música, los puestos de frutos secos y golosinas que se instalaban a su alrededor, la mascletá después de la misa, etc.… Una fiesta de barrio que ha ido perdiendo interés y de la que este último día apenas ha sobrevivido un puesto de golosinas. Aun así, asistí fiel a mi cita, testeando el ambiente y comprándome una mesura de porrat y cacao y dejándome atrapar por los escasos rayos de sol que nos regaló este frió día.
Allí sentado, esperando ver salir a las falleras de la iglesia no pude evitar el evocar otras días de san Vicente que he vivido a lo largo de toda mi vida, cuando los parroquianos colapsaban la entrada a la parroquia luciendo sus galas de domingo a golpe de tabalet y dolÇaina mientras los pequeños tiraban del bolso de su madre para que les compraran cacao y porrat en alguno de los puestos que adornaban la calle. Un rotundo petardo preámbulo de la modesta mascletá con la que finalizan los actos festivos me devolvió a la realidad, al presente más cercano. Un presente sin trajes de domingo, sin puestos de frutos secos, sin madres de las que estirar del bolso para que te comprasen chuches….
Allí sentado, esperando ver salir a las falleras de la iglesia no pude evitar el evocar otras días de san Vicente que he vivido a lo largo de toda mi vida, cuando los parroquianos colapsaban la entrada a la parroquia luciendo sus galas de domingo a golpe de tabalet y dolÇaina mientras los pequeños tiraban del bolso de su madre para que les compraran cacao y porrat en alguno de los puestos que adornaban la calle. Un rotundo petardo preámbulo de la modesta mascletá con la que finalizan los actos festivos me devolvió a la realidad, al presente más cercano. Un presente sin trajes de domingo, sin puestos de frutos secos, sin madres de las que estirar del bolso para que te comprasen chuches….
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