lunes, 24 de enero de 2011

EL DíA dE saN VicENT

Comenzaba el fin de semana festejando el pasado sábado el día de san Vicente mártir, una festividad local, con epicentro a escasos metros de mi casa en la parroquia del mismo nombre donde reposan los restos del santo. Lamentablemente esta con los años e ha ido perdiendo relevancia. Recuerdo desde bien pequeño vivir este día con entusiasmo. Las falleras entrando en la iglesia a fin de venerar al santo, la banda de música, los puestos de frutos secos y golosinas que se instalaban a su alrededor, la mascletá después de la misa, etc.… Una fiesta de barrio que ha ido perdiendo interés y de la que este último día apenas ha sobrevivido un puesto de golosinas. Aun así, asistí fiel a mi cita, testeando el ambiente y comprándome una mesura de porrat y cacao y dejándome atrapar por los escasos rayos de sol que nos regaló este frió día.
Allí sentado, esperando ver salir a las falleras de la iglesia no pude evitar el evocar otras días de san Vicente que he vivido a lo largo de toda mi vida, cuando los parroquianos colapsaban la entrada a la parroquia luciendo sus galas de domingo a golpe de tabalet y dolÇaina mientras los pequeños tiraban del bolso de su madre para que les compraran cacao y porrat en alguno de los puestos que adornaban la calle. Un rotundo petardo preámbulo de la modesta mascletá con la que finalizan los actos festivos me devolvió a la realidad, al presente más cercano. Un presente sin trajes de domingo, sin puestos de frutos secos, sin madres de las que estirar del bolso para que te comprasen chuches….

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