

El Rancio en la procsión del Corpus
En la Formula 1
Fiel a mi cita dominical, me dispuse a preparar mi habitual paella dominguera. Con la dispersión que me caracteriza, fui disponiendo los distintos ingredientes sobre el banco de la cocina. Lo primero, sofreír el pollo descongelado de artificiosa manera. Dispongo este sobre mi maravillosa sartén modelo Sahara, este fue dorándose en tostados tonos al tiempo que servidor ponía a calentar un brick de caldo de verduras en otro fuego, últimamente he renunciado al uso y abuso de condimentos artificiales a los que estaba totalmente enganchado. Más tarde añadí al sofrito un puñado de verdura para paella, congelada también por supuesto, entre la que no falta ni la bachoqueta ni por supuesto el garrafón del que me declaro absoluto fans. Creo que voy a patentar la paella de garrafón, que no de garrafón.
El pasado sábado, después de mucho discurrir, decidí acompañar con este película el pollo al horno que me había preparado y que como siempre terminó quemándose. Aprovechó generalmente la comida del sábado para ver la reposición del Sálvame de luxe del día anterior, pero como en esta ocasión ya había visto el escandaloso programa, opté por sumergirme en otras catódicas aguas, menos escandalosas pero siempre melodramáticas.
A que mala hora me deje mi trabajo de corista en el club Rooney de Los Angeles.
No es nada habitual ver al doctor magenta en ningún tipo de manifestación. Mis temores por los tumultos y mi poca afición a corear consignas, sucumbieron finalmente ante la posibilidad de mostrar una vez más mi indignación, esta vez de forma colectiva. Confieso que también tuvo mucho que ver el hecho de que el sábado compartí con el sr.rancio un curioso momento homeles, cuando me comunico la idea de asistir a la manifestación y la intención de hacerse una pancarta. A tal fin comenzamos un breve aunque intenso recorrido por diversos contenedores de papel en busca de un cartón adecuado para ello. Tras este interesante hapening no pude más que confirmarle mi asistencia.
Durante unos minutos comprobé como el sr.rancio comenzaba a ponerse nervioso ante la posibilidad de que otro indignado le eclipsara durante el recorrido. Pude notar por su mirada la inquietud que le provocaba el asunto, durante unos minutos todo su trabajo de estilismo estaba a punto de perderse por la incorporación del improvisado nudista. Con sigilo me acerqué a el, con sumo cuidado de que el desproporcionado cartel no me volviese a dar en la cabeza, y le comenté que ante esta situación, lo único que podía hacer para no perder protagonismo es hacer un desnudo integral. Durante unos segundos lo note dubitativo, pero finalmente se impuso el sentido común y optó por seguir en su línea, eso si, sin dejar de ondear de forma festiva la pancarta, creando de forma espontánea un cordón de seguridad a su alrededor por temor a ser embestidos por semejante cartelon. Hubo momentos de pánico cuando una ligera brisa provoco el movimiento incontrolado del mismo, creando un clima de temor entre los asistentes. Afortunadamente el rancio logro controlar la situación aunque imagino que en breve podremos verlo con el brazo escayolado. Y es que como decía la profesora de la serie Fama.
“La fama cuesta”
Una vez perdimos de vista al naturista manifestante, pude comprobar como el rancio se iba relajando al tiempo que no dejaba de saludar, como si de la cabalgata de los reyes magos se tratase, a la gente que se agolpaba a los alrededores. Sin que desfalleciera en su animo nos fuimos acercando a la recta final de la marcha, momento que servidor aprovechó para hacer un discreto mutis por el foro. Si, lo confieso, aprovechando que pasábamos junto a la calle Navellos, no pude reprimirme y abandoné el acto y sucumbir bajo los refrescantes efectos de un corte de helado XXL de tres sabores típicos de tan emblemática calle.
En el camino deje al nuestro carismático polemista cartel en mano perderse entre tan solidaria marea humana.



Condicionado imagino por esa curiosa fusión de la que hablaba en el anterior post, no he podido evitar dedicar este post a esta gran película española. Un film dirigido en el año 1969 por el todo terreno Javier Aguirre, director de varias películas de Parchis, entre otros films de culto. Destacar al cuarteto protagonista, compuesto por Concha Velasco, Manolo Gómez Bur, Alfredo Landa y Toni Leblanc que en esta ocasión se meten en la piel de unos músicos del conjunto “Flor de Lis y los dos del Orinoco” que motivados por su escaso éxito artístico y profesional, deciden dar un giro musical y formar un grupo yeye al que deciden bautizar con el nombre de “Los Hippyloyas”, y así abrirse camino en el difícil mundo del pop.
