lunes, 9 de noviembre de 2015

RoMA

 

La jornada romana, comenzó temprano y con problemas. Un error en el caótico desembarque de los pasajeros que marchaban a las excursiones programadas, casi acaba dejándonos en el barco. Afortunadamente todo se resolvió y partimos en bus hacia la ciudad eterna, 80 kilómetros de viaje que se hicieron interminables, sobre todo cuando entró en escena un siniestro pinganillo por el que el guía nos iba dando indicaciones y que torturo durante gran parte del viaje a mi ya maltrecho oído
La primera parada, el coliseo, impresionante. A pesar de la inapropiada escenografía, sus continuas obras, las avalanchas de turista y ese anárquico trafico romano, consiguen trasladarte a esa época al tiempo que recorres el foro romano con un coro polifónico y multicultural de diferentes lenguas que te acompañan durante el recorrido. Aunque para ser sinceros, llamarle recorrido a una media maratón con el guía en cabeza corriendo y sin parar de hablar por aquel absurdo pinganillo, seria bastante erróneo Durante el trayecto, perdimos a dos señores mayores que literalmente tuvieron que sentarse y suspender la excursión porque peligraba su salud,la nuestra ya estaba prácticamente perdida. Aquel hombre ya cercano a los 60 poseía una vitalidad que te acababa agotando. Que manera de hablar, muy bien la verdad, pero cuanto.... y ese pinganillo taladrándome la oreja mientras cruzamos el centro para ver La fontana de Trevi.
No tenia tiempo ni para similar la belleza de lo que estaba viendo, aturdido por las cantidad de gente que inundaba aquella pequeña plaza que alberga la fontana que, como es habitual en Roma, estaba en obras.
La celeridad en el trayecto apenas daba tiempo para fotografiar el momento, de hecho le hice una foto a la fuente mientras pasaba andando, la mayor parte de la imagen la ocupa el trasero de un obrero que estaba reparando la base.
Apenas una hora libre nos dejaron para comer,momento que nosotros aprovechamos para dar una vuelta hasta la Plaza de España, sentarnos en su larga escalinata y fumarnos un cigarrillo mientras observábamos desde la altura aquella marabunta turística Con ganas hubiera seguido perdiéndome por las calles romanas, paseando sin rumbo fijos que es como me gusta conocer las ciudades, pero lamentablemente estábamos sometidos a un exhaustivo minutado que ni siquiera nos permitió tener tiempo para comer algo, salvo un helado de pistacho que devoramos camino del autocar que nos llevaba a el Vaticano.
Advertidos por las enormes colas que se allí se forman para acceder a los controles de seguridad de sus recintos, atravesamos la plaza de San Pedro, a golpe de trote con el guía hiperactivo a la cabeza jaleandonos como si estuviéramos en un desfile. Una hora de cola para apenas 15 minutos de estancia en el interior de la basílica . Ni que decir tiene, que durante aquellos 60 minutos, ese hombre no dejo de hablar. Aquel guía lo sabia absolutamente todo del papa, era agotador....
Cuando nos disponíamos a atravesar el arco detector de metales para entrar en la iglesia, un policía descubrió que uno de nuestros compañeros de excursión, un señor que viajaba solo, llevaba unos alicates en el bolsillo. Rápidamente me adelante en busca de las fuentes y ver lo que pasaba porque ya llevaba mas de una hora haciendo cola y escuchando al cansino del guía, que continuaba a la suyo hasta que, haciéndose cargo de la situación, agarró los alicates y salio de la cola hasta deshacerse de ellos en un contenedor de basura.
Un momento muy interesante, sin duda, que provoco muchas conversaciones posteriores entre pepe y yo sobre la idoneidad de llevar un alicate en el bolsillo cuando uno va al Vaticano. Mas de un día tuvimos que contenernos para no acercarnos a aquel señor que posteriormente vimos en el crucero y preguntarle simplemente. ¿porque?

Lamentablemente, como ya contaba antes, la visita a la basílica fue tan apresurada, que uno no tenia tiempo de disfrutar todo lo que estaba viendo. Aún así, no pude evitar dejarme llevar por tanta espiritualidad y belleza mientras contemplaba la Piedad de Miguel Ángel al tiempo que servidor sucumbía desconcertado a “una experiencia religiosa” a lo Enrique Iglesias, de la que desperté sobresaltado por los gritos de nuestro ansioso cicerone romano, invitándonos a salir.
Antes de subir de nuevo el bus, nos llevaron a una tienda de souvenirs de la que descaradamente cobraban una comisión porque en dos minutos el guía y su ayudante se montaron una tele tienda improvisada, a fin de que nos dejáramos unos euros allí
Momento que nosotros aprovechamos para salir a la calle y comernos un bocata que compramos en una furgoneta que había allí aparcada.
Agotados llegamos al barco un par de horas mas tarde y directamente fuimos al buffet para ahogar nuestro cansancio en bollos y vino blanco que nos llevó de cabeza a la mas absoluta dejadez, desplomandonos literalmente sobre la cama, hasta la hora de la cena.
Puntuales, o no tanto, nos dirigimos hasta el Restaurante, no sin antes lavarnos las manos con el gel antiséptico que fluía de una maquina expendedora que había a la entrada y del que eramos muy fans. De hecho estamos pensando en comprarnos uno para casa, es adictivo.
Esa misma noche abandonamos Italia para adentrarnos en costas francesas, la mañana del día siguiente la dedicaríamos a conocer Ajaccio en Córcega.

9 comentarios:

Begoña dijo...

Al señor de los alicates lo metemos en la próxima peli de Alex de la Iglesia.

Anónimo dijo...

Roma en un batiburrillo como este no sale muy bien parada. Hay que volver a Roma.

Dr.Magenta dijo...

eso siempre, a Roma hay que volver,,,,

Dr.Magenta dijo...

Pues si, el señor de los alicates entra perfectamente en una peli de Alex de la Iglesia, yo lo veo....

Anónimo dijo...

Todos los caminos llevan a Roma.

Anónimo dijo...

Juanita González
Yo soy de la opinión que no hace falta irse al extrajero para ver cosas bonitas.
Y eso del crucero tampoco entiendo muy bien lo que es.¿Qué es? ¿Cómo un restaurant?
Yo lo que si que sé es que a mi sobrino le gusta mucho los cruceros esos pues, según dice él, siempre está haciendo cruising.Yo supongo que eso del cruising será de la plei esteison esa.
Yo me acuerdo cuando haciamos un crucero con La Golondrina paseando por el puerto de Valencia. Pero que yo recuerde, allí no nos dieron de comer.
En fin. Que le digo yo al Dr.Magenta que si quiere ver cosas bonitas que se venga al pueblo unos días. Que entre la ermita de la virgen y el convento, mucho mejor que el Vaticano ese.
CON LO BONITA QUE ES ESPAÑA.

Anónimo dijo...

El Rancio
¿Dr.Magenta? ¿Qué usted no visitó la torre infiel esa?

Dr.Magenta dijo...

Juanita, digale a su sobrino de usté que lo del cruising es otra cosa....

Dr.Magenta dijo...

Pues no la torre infiel esa no la he visto, aunque tampoco se lo puedo asegurar con la velocidad que llevabamos andando....