La jornada romana, comenzó
temprano y con problemas. Un error en el caótico desembarque de los
pasajeros que marchaban a las excursiones programadas, casi acaba
dejándonos en el barco. Afortunadamente todo se resolvió y partimos
en bus hacia la ciudad eterna, 80 kilómetros de viaje que se
hicieron interminables, sobre todo cuando entró en escena un
siniestro pinganillo por el que el guía nos iba dando indicaciones y
que torturo durante gran parte del viaje a mi ya maltrecho oído
La primera parada, el
coliseo, impresionante. A pesar de la inapropiada escenografía, sus
continuas obras, las avalanchas de turista y ese anárquico trafico
romano, consiguen trasladarte a esa época al tiempo que recorres el
foro romano con un coro polifónico y multicultural de diferentes
lenguas que te acompañan durante el recorrido. Aunque para ser
sinceros, llamarle recorrido a una media maratón con el guía en
cabeza corriendo y sin parar de hablar por aquel absurdo pinganillo,
seria bastante erróneo Durante el trayecto, perdimos a dos señores
mayores que literalmente tuvieron que sentarse y suspender la
excursión porque peligraba su salud,la nuestra ya estaba
prácticamente perdida. Aquel hombre ya cercano a los 60 poseía una
vitalidad que te acababa agotando. Que manera de hablar, muy bien la
verdad, pero cuanto.... y ese pinganillo taladrándome la oreja
mientras cruzamos el centro para ver La fontana de Trevi.
No tenia tiempo ni para
similar la belleza de lo que estaba viendo, aturdido por las cantidad
de gente que inundaba aquella pequeña plaza que alberga la fontana
que, como es habitual en Roma, estaba en obras.
La celeridad en el
trayecto apenas daba tiempo para fotografiar el momento, de hecho le
hice una foto a la fuente mientras pasaba andando, la mayor parte de
la imagen la ocupa el trasero de un obrero que estaba reparando la
base.
Apenas una hora libre nos
dejaron para comer,momento que nosotros aprovechamos para dar una
vuelta hasta la Plaza de España, sentarnos en su larga escalinata y
fumarnos un cigarrillo mientras observábamos desde la altura aquella
marabunta turística Con ganas hubiera seguido perdiéndome por las
calles romanas, paseando sin rumbo fijos que es como me gusta conocer
las ciudades, pero lamentablemente estábamos sometidos a un
exhaustivo minutado que ni siquiera nos permitió tener tiempo para
comer algo, salvo un helado de pistacho que devoramos camino del
autocar que nos llevaba a el Vaticano.
Advertidos por las enormes
colas que se allí se forman para acceder a los controles de
seguridad de sus recintos, atravesamos la plaza de San Pedro, a golpe
de trote con el guía hiperactivo a la cabeza jaleandonos como si
estuviéramos en un desfile. Una hora de cola para apenas 15 minutos
de estancia en el interior de la basílica . Ni que decir tiene, que
durante aquellos 60 minutos, ese hombre no dejo de hablar. Aquel guía
lo sabia absolutamente todo del papa, era agotador....
Cuando nos disponíamos a
atravesar el arco detector de metales para entrar en la iglesia, un
policía descubrió que uno de nuestros compañeros de excursión, un
señor que viajaba solo, llevaba unos alicates en el bolsillo.
Rápidamente me adelante en busca de las fuentes y ver lo que pasaba
porque ya llevaba mas de una hora haciendo cola y escuchando al
cansino del guía, que continuaba a la suyo hasta que, haciéndose
cargo de la situación, agarró los alicates y salio de la cola hasta
deshacerse de ellos en un contenedor de basura.
Un momento muy
interesante, sin duda, que provoco muchas conversaciones posteriores
entre pepe y yo sobre la idoneidad de llevar un alicate en el
bolsillo cuando uno va al Vaticano. Mas de un día tuvimos que
contenernos para no acercarnos a aquel señor que posteriormente
vimos en el crucero y preguntarle simplemente. ¿porque?
Lamentablemente, como ya
contaba antes, la visita a la basílica fue tan apresurada, que uno
no tenia tiempo de disfrutar todo lo que estaba viendo. Aún así, no
pude evitar dejarme llevar por tanta espiritualidad y belleza
mientras contemplaba la Piedad de Miguel Ángel al tiempo que
servidor sucumbía desconcertado a “una experiencia religiosa” a
lo Enrique Iglesias, de la que desperté sobresaltado por los gritos
de nuestro ansioso cicerone romano, invitándonos a salir.
Antes de subir de nuevo el
bus, nos llevaron a una tienda de souvenirs de la que descaradamente
cobraban una comisión porque en dos minutos el guía y su ayudante
se montaron una tele tienda improvisada, a fin de que nos dejáramos
unos euros allí
Momento que nosotros
aprovechamos para salir a la calle y comernos un bocata que compramos
en una furgoneta que había allí aparcada.
Agotados llegamos al barco
un par de horas mas tarde y directamente fuimos al buffet para
ahogar nuestro cansancio en bollos y vino blanco que nos llevó de
cabeza a la mas absoluta dejadez, desplomandonos literalmente sobre
la cama, hasta la hora de la cena.
Puntuales, o no tanto, nos
dirigimos hasta el Restaurante, no sin antes lavarnos las manos con
el gel antiséptico que fluía de una maquina expendedora que había
a la entrada y del que eramos muy fans. De hecho estamos pensando en
comprarnos uno para casa, es adictivo.
Esa misma noche
abandonamos Italia para adentrarnos en costas francesas, la mañana
del día siguiente la dedicaríamos a conocer Ajaccio en Córcega.
9 comentarios:
Al señor de los alicates lo metemos en la próxima peli de Alex de la Iglesia.
Roma en un batiburrillo como este no sale muy bien parada. Hay que volver a Roma.
eso siempre, a Roma hay que volver,,,,
Pues si, el señor de los alicates entra perfectamente en una peli de Alex de la Iglesia, yo lo veo....
Todos los caminos llevan a Roma.
Juanita González
Yo soy de la opinión que no hace falta irse al extrajero para ver cosas bonitas.
Y eso del crucero tampoco entiendo muy bien lo que es.¿Qué es? ¿Cómo un restaurant?
Yo lo que si que sé es que a mi sobrino le gusta mucho los cruceros esos pues, según dice él, siempre está haciendo cruising.Yo supongo que eso del cruising será de la plei esteison esa.
Yo me acuerdo cuando haciamos un crucero con La Golondrina paseando por el puerto de Valencia. Pero que yo recuerde, allí no nos dieron de comer.
En fin. Que le digo yo al Dr.Magenta que si quiere ver cosas bonitas que se venga al pueblo unos días. Que entre la ermita de la virgen y el convento, mucho mejor que el Vaticano ese.
CON LO BONITA QUE ES ESPAÑA.
El Rancio
¿Dr.Magenta? ¿Qué usted no visitó la torre infiel esa?
Juanita, digale a su sobrino de usté que lo del cruising es otra cosa....
Pues no la torre infiel esa no la he visto, aunque tampoco se lo puedo asegurar con la velocidad que llevabamos andando....
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