El domingo baje del hostal decidido a aprovechar el tiempo que m e quedaba en Madrid hasta que saliese el bus con destino a valencia. Un opíparo desayuno sirvió de preámbulo a tan ajetreada mañana. Un desayuno completo, con su zumito natural y todo, en “Nebraska” una de esas cafeterías con ese look tan años 70 que a mi me gusta, con mucha moqueta y eskay rojo por todas partes, y con camareros uniformados y con pajarita que me llamaban de usted. Que maravilla, el cielo debe ser como la cafetería Nebraska, fijo…. Ya en la calle, me dirigí a mi visita obligada a la iglesia del cristo de Medinaceli del que soy fans, devoto y Lomba. Imprescindible el Merchandising generado alrededor de la parroquia.
Otra visita obligada es la que siempre realizo al Museo de arte Reina Sofía. Tenia mucha curiosidad por ver una exposición del artista alemán Hans-Peter Feldmann, que lamentablemente me resultó decepcionante a pesar de la provocación constante de su obra. Y otra vez el eterno dilema ¿Qué es arte? No seré yo quien de respuesta a tan complicada pregunta, ni quien diga si la obra de Feldman es o no es arte. Aunque si, me voy a pronunciar, todo es arte, todo depende de los ojos que lo miran. El trozo de papel quemado rodeado de colillas en el suelo del reina Sofía, también es arte.
De camino al centro, tuve a bien tomarme un refresco en un bar. Al servírmelo me puso de tapa un platito de café con paella, con su muslito de pollo y todo. A un paso de la taquicardia por la emoción, me lancé directo a mi cámara de fotos para inmortalizar tan sugerente tapa, lastima que el bueno de Murphy hiciera de las suyas y aplicara una de sus crueles leyes. Las pilas estaban agotadas, Viva el litio.
Las calles de Madrid continuaban siendo un hervidero de gente, no me hubiese resultado desplazarme simplemente dejando arrastrar. Aun así, decidí usar mis pies hasta una bocatería Rodilla (otro de mis iconos madrileños) y comer antes de emprender viaje de regreso, un sándwich de queso con angulas. Definitivamente ese punto pijo del Nebraska había hecho mella en mí.
Antes de sumergirme en el suburbano de camino a la estación de autobuses, me giré por última vez hacia el horizonte Gran Vía al tiempo que pronunciaba mi despedida:
- Sayonara baby…..
Otra visita obligada es la que siempre realizo al Museo de arte Reina Sofía. Tenia mucha curiosidad por ver una exposición del artista alemán Hans-Peter Feldmann, que lamentablemente me resultó decepcionante a pesar de la provocación constante de su obra. Y otra vez el eterno dilema ¿Qué es arte? No seré yo quien de respuesta a tan complicada pregunta, ni quien diga si la obra de Feldman es o no es arte. Aunque si, me voy a pronunciar, todo es arte, todo depende de los ojos que lo miran. El trozo de papel quemado rodeado de colillas en el suelo del reina Sofía, también es arte.
De camino al centro, tuve a bien tomarme un refresco en un bar. Al servírmelo me puso de tapa un platito de café con paella, con su muslito de pollo y todo. A un paso de la taquicardia por la emoción, me lancé directo a mi cámara de fotos para inmortalizar tan sugerente tapa, lastima que el bueno de Murphy hiciera de las suyas y aplicara una de sus crueles leyes. Las pilas estaban agotadas, Viva el litio.
Las calles de Madrid continuaban siendo un hervidero de gente, no me hubiese resultado desplazarme simplemente dejando arrastrar. Aun así, decidí usar mis pies hasta una bocatería Rodilla (otro de mis iconos madrileños) y comer antes de emprender viaje de regreso, un sándwich de queso con angulas. Definitivamente ese punto pijo del Nebraska había hecho mella en mí.
Antes de sumergirme en el suburbano de camino a la estación de autobuses, me giré por última vez hacia el horizonte Gran Vía al tiempo que pronunciaba mi despedida:
- Sayonara baby…..
1 comentario:
... creo que fuè cuando descubrì Piero Manzoni y su Merda d'Artista cuando dejè de cuestionarme la esencialidad del arte...
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