Decidido a recuperar esas tardes de cine que tan buenos momentos me han dado a lo largo de mi vida, el otro día y tras algunas desavenencia con mi pereza me lancé a la calle directo a unos multicines dispuesto a saciarme de ficción, una ficción, una mentira que me permita navegar en las convulsas aguas de la mas cruda realidad, y que nos permite soñar aunque sea solo durante 90 minutos.
En esas ocasiones, no puedo evitar acordarme de ese niño, que con 6 o 7 años se bajaba atropelladamente las escaleras de su casa para entrar en la sala de cine que había justo en la esquina de su casa. Apenas unos metros separaban la realidad de ese territorio para el siempre fascinante y mágico que era la ficción.
Esa capacidad para soñar comenzaba incluso antes de entrar en la sala, justo en el momento en que cada lunes se escapaba corriendo antes de dirigirse a la escuela, hasta la puerta del cine de barrio para comenzar a fantasear con las fotografías y carteles de las películas que iban a proyectar durante esa semana.
Poco importaban los actores, directores o nacionalidad de las mismas, lo único verdaderamente importante era la oportunidad que estas le ofrecían para vivir con ellas y en ellas otras historias en la que aquel niño siempre tenia la posibilidad de erigirse como protagonista o secundario.
Ansioso esperaba la llegada del sábado por la tarde, para entrar en el cine y una vez sumergido en la oscuridad de la sala, comenzar a vivir durante aquellos maravillosos 90 minutos, todas esas historias que la gran pantalla le ofrecía.
En ocasiones, en muchas ocasiones aquella liturgia la ejercía en solitario. Entraba a las 4 de la tarde en el cine y en muchas ocasiones tenia que bajar su madre a buscarle pasadas las 10 de la noche. Recuerdo notar su presencia acompañada del acomodador que linterna en mano recorría las solitarias filas de aquel cine en busca de aquel niño sediento de irrealidad y que era capaz de ver 3 películas seguidas y quedarse para volver a ver la primera que habían proyectado de nuevo.
Hace años, muchos años ya, que perdí esa capacidad para soñar, para dejarme levar por aquellas historias. Añoró sobremanera ese entusiasmo con el que la chiquillería recibíamos y despedíamos aquellos títulos, y esos descansos entre peli y peli en los que, totalmente absorbidos por las imágenes que acabábamos de ver, corríamos por el pasillo de la sala de cine emulando a los protagonistas durante unos minutos. No nos hacían falta ni 3 dimensiones, ni espadas láser, nos negábamos a que la historia terminase, alargando su argumento mientras los adultos hacían cola en la barra del bar y fumaban en el hall.
Poco o nada importaban las películas que proyectasen, y no puedo evitar esbozar una sonrisa al recordar algunos de aquellos eclécticos programas dobles y triples, en los que se mezclaban películas de karate, con coproducciones italo-española de espionaje con títulos de Bergman o Woody Allen. No importaba, en aquel tiempo servidor era capaz de ver ensimismado una película japonesa de Godzilla, seguida de “Gritos y susurros” de Ingmar Bergman. La magia estaba en aquella sala oscura, en esa pantalla que por arte de magia se iluminaba y nos invitaba a fantasear, a soñar….
Como me gustaría volver a ser ese niño….
4 comentarios:
¡ te he visto Doctor ! con una cara mezcla de ilusión, emoción, pasmo, miedo...! he escuchado los pasos de tu madre con el acomodador y he podido verte jugando por el cine en el tiempo de descanso.
Una historia sencilla, grande y fantástica, esos momentos ya son incapaces de ser vividos por los niños de ahora, están en otro mundo.
Me gusta leerte Doc. Magenta
Muy bien Rafa. Sinceramente maravilloso. Me emociona y me ha hecho revivir un montón de experiencias en tan solo unas líneas. Genial.
La memoria, o al menos la mia es muy selectiva y de vez en cuando me regala estos momentos de flashback que sion insustituibles...
Emocionante tu relato Doc. Me ha hecho recordar tambien el entorno del barrio y lo que me contaban mis hermanos de los tiempos en los que al Jerulo se llevaban los bocatas de tortilla y las fiambreras de habas con ajos tiernos. Ni Coca-cola,ni palomitas...producto español.
Ni hay cine,ni el barrio,ni los hermanos son lo que eran.
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