miércoles, 10 de noviembre de 2010

SoMBReRo De CoPA


Ni el frió, ni las primeras nieves, podía arrebatar a Antonio, su pasión por el cine. Tan grande, que ni el cansancio, ni la siempre inoportuna hambre, consiguieron disuadirle de la idea de andar cerca de 3 kilómetros hasta el pueblo para meterse en una oscura sala de cine, donde dejarse llevar por sueños y aventuras ajenas, tan alejadas de la triste realidad de una áspera guerra.
Con paso firme entro en la casa y se acercó hasta la pequeña Lola, la menor de todos sus hermanos, que junto a estos se acurrucaba pegada a la lumbre en busca de calor. Con la sobriedad que le caracterizaba, le preguntó a la pequeña susurrándole al oído:
- Nano, ¿nos vamos al cine?
Una enorme y espontánea sonrisa iluminó la casa durante unos instantes, al tiempo que levantándopla en brazos comoenzaba a ponerle los zapatos.
- Venga, nos queda un trecho hasta el cine, dijo Antonio encaminando sus pasos hacia la calle.
- ¿Qué película echan? Preguntó la pequeña intentando alcanzar el decidido paso de su hermano.
- Es de la que a ti te gustan , contestó Antonio al tiempo que aprovechaba para abrochar el último botón del ajado abrigo de impredecible herencia que llevaba la pequeña...
- Es una película de canciones y bailes, se llama “Sombrero de copa”
Ni siquiera los últimos coletazos de la guerra, consiguieron cerrar el cine del pueblo, que impasible y orgulloso, se erigía en el centro de la plaza, dispuesto a abrir sus puertas a todos aquellos que quisieran soñar con los ojos abiertos.
Entraron en la sala cuando el NO-DO no había hecho más que comenzar. Aquella triste y rancia ventana al mundo, no tardó en dar paso un Hollywood tan luminoso como irreal. De la batalla del ebro a los glamurosos salones de baile de Manhatan. De los marciales y amenazantes pasos del ejercito nacional entrando en el pueblo, a los siempre insinuantes y gráciles pasos de baile de Fred Astaire y Ginger Rogers. Pero como en todos los sueños, este también tenía un final. Con el The End, cesaron los bailes, los bonitos vestidos y las candidas historias de amor y lujo.
Una intensa nevada cuajó con fuerza en el árido paraje, sirviendo de fría alfombra a tan gélido retorno. La noche cerrada, tan solo iluminada por el reflejo de las estrellas del celuloide, les servia de guía a la triste realidad.
Mientras caminaban raudos por el campo, Lola, ensimismada en aquel mundo de imaginación que le había acompañado durante 90 minutos, intentaba emular a protagonista con asimétricos pasos de baile que dejaban en evidencia su desgastado calzado.
Antonio caminaba deprisa, unos pasos por delante de la ella, cortando el frió con su flaca y espigada silueta.
- Antonio, dijo Lola timidamente.
- Te pareces a Fred Astaire…
Los dos comenzaron a reírse mientras no dejaban de frotarse las manos para evitar el frió.
La nevada se había hecho fuerte en tan intempestivas horas, sin que Antonio, preocupado por llegar lo antes posible a la casa, reparase en la pequeña que desde hacia unos minutos había dejado de cantar.
- Vamos nano date prisa, dijo el hermano mayor al tiempo que se percataba de la desnudez de los pies de la pequeña.
Rápidamente la cogió en brazos, comprobando asustado que esta tenia los pies helados.
- Nano, tus zapatos…
- Los perdí en la nieve, dijo Lola entre contenidos sollozos.
Antonio se quito la chaqueta, envolviendo con esta las piernas de la pequeña y llevándola en brazos rápidamente hacia la casa. Esta, apoyó su cabecita en el pecho de su hermano, buscando su calor mientras los ecos musicales de “Sombrero de copa” eran silenciados por los secos golpes de viento frió que les acompañaron hasta llegar al pueblo.
- Agua, calentar agua… gritó Antonio al entrar en la humilde vivienda y comenzar a despojar a la niña de tan húmedo ropaje.
Sentado junto a la lumbre, acunaba, como si de un bebe se tratase a su hermana pequeña, hasta que ambos se quedaron dormidos.
Ya de madrugada, y aun de cara a la hoguera, la voz de la pequeña despertó al joven.
- Antonio, Antonio….
- Dime nano.
- ¿Me llevarás algún día a bailar?
Antonio sonrió, al tiempo que con los ojos aun brillantes le contestó:
- Algún día nano, algún día…


4 comentarios:

belunática dijo...

Joerrr, menudo dramón a lo Mujercitas...

Marta dijo...

No puedo dejar de pasar esta entrada. Te contesto con un nudo en la garganta, con media sonrisa por lo tierno (a la par que duro) de la historia y con pena de recordar la época que tuvo que vivir.

Una historia tierna, dura, pero muy especial. Seguro que si se la pudiera leer se emocionaría, como me he emocionado yo. El colofón final ha sido la melodía que se escucha nada más pulsar al play.

Me gustaría tanto poder hablar con ella... Aunque fueran unos minutos.

Cuánto la echo de menos... :-(

Dr.Magenta dijo...

Esa imagen de Lola descalza sobre la nieve, siempre me ha parecido tan bonita, aunque triste, muy triste. Una epooa no dura, durisima la que nuestra Lola tuvo que vivir.
Siempre podemos recordarla aunque sea a través de las historias que ella nos contó. Todos la echamos tanto de menos....

TERTULIADISPERSA dijo...

No lo dudes...está en cada pequeña célula de tu cuerpo,incluso acude a nuestra tertulia, seguro que está contentísima, aunque por discreción no se ha puesto como seguidora.
mo