Nuestro segundo día comenzó de nostálgica manera, dedicando la mañana a visitar el barrio, el piso, los lugares en los que servidor se movía hace 25 años en esta ciudad. Intentando recomponer los significativos cambios urbanísticos que ha sufrido Córdoba en estos años. Sin saber muy bien como, empecé a darme cuenta que mis pasos se adelantaban a mi memoria, abriéndose paso entre nuevas avenidas y edificios de reciente construcción que para mí resultaban totalmente ajenos. La decepción no tardó en hacer acto de presencia cuando descubrí que el antaño Hospital militar, y que se encuentra prácticamente en ruinas, es ahora la sede de algo relacionado con la UGT y la reinserción de ludópata. No dudé en adentrarme entre sus antiguos jardines, ahora reconvertidos en improvisado parking y fotografiarme entre sus antiguas instalaciones que en la actualidad reposan, desafiando al tiempo entre vehículos torpemente aparcados y restos de basura. Decidido crucé la calle en la que viví durante cerca de un año, ahora convertida en una moderna avenida de acceso a la ciudad, de inmediato reconocí sus esquinas, esa terraza en la tan buenos ratos pasamos y ese barrio que hace 25 años adopté como mió.
Una extraña y esperada sensación e tristeza se apoderó de mí durante unos minutos en los que mis recuerdos iban tomando forma entre aquellas calles que creía haber olvidado.
Decidimos aparcar la nostalgia durante un rato, paseando por entre las calles de mi antiguo barrio, que prácticamente me resultaba totalmente ajeno. Una espontánea terracita, nos acogió a la sombra de un enorme parasol de gaseosa La casera donde acompañados de un par de cervecitas donde llegamos a la conclusión de que la melancolía no es la mejor compañera de viaje.
Ya de vuelta al centro, y después de una casi obligatoria y totalmente injustificable visita a un bazar chino, nos fuimos a comer, no sin antes perdernos de nuevo entre las empedradas calles de la capital.
Decidimos aparcar la nostalgia durante un rato, paseando por entre las calles de mi antiguo barrio, que prácticamente me resultaba totalmente ajeno. Una espontánea terracita, nos acogió a la sombra de un enorme parasol de gaseosa La casera donde acompañados de un par de cervecitas donde llegamos a la conclusión de que la melancolía no es la mejor compañera de viaje.
Ya de vuelta al centro, y después de una casi obligatoria y totalmente injustificable visita a un bazar chino, nos fuimos a comer, no sin antes perdernos de nuevo entre las empedradas calles de la capital.
2 comentarios:
Doctor...sus palabras hacen que reviva esos dias en los que lo único importante es estar vivo...y disfrutar cada segundo con una gran dosis de sencillez y paz. Gracias por la parte de Salmorejo que le correponde.
Desconozco la receta del salmorejo, del que por cierto me declaro absoluto fans,pero estoy seguro que el exito de la receta essta en la buenas combinacion de sus ingredietes. Las gracias son de ida y vuelta...
Publicar un comentario