martes, 28 de febrero de 2012

EL eXPeRiMENTo

Hay libros que parecen destinados a acabar siendo adaptados al cine, historias que por sus características se enriquecen con el lenguaje cinematográfico. Bajo mi punto de vista, “El experimento” de sebastian Fitzek es un claro ejemplo de ello. A medio camino entre el thriller y el terror, el que es considerado el maestro del terror psicológico alemán, nos sumerge en una claustrofóbica historia cuya acción transcurre íntegramente durante una noche en un sanatorio mental privado de la ciudad de Berlín. Una larga y angustiosa noche en las que los protagonistas que quedan encerrados y aislados en esa clínica, a la espera de que amanezca y puedan ser rescatados, tiene que enfrentarse a “el destructor de almas”, un despiadado y cruel psicópata que destruye las mentes de sus victimas, condenándolas a vivir la peor de sus pesadillas el resto de sus vidas, anulándolas emocionalmente, devastando sus almas.
Una denso relato que vamos conociendo a través de el informe medico que sobre lo ocurrido escribió el psiquiatra que posteriormente trató a una de las victimas de aquel suceso y que paralelamente a la historia que leemos, vamos conociendo a través de un grupo de estudiantes que participan tambien leyendo este informe, en un singular experimento.
Toda una noche y madrugada, en la que los escasos pacientes y personal de guardia del viejo sanatorio deberán intentar no caer en las trampas de tan desequilibrado personaje en una despiadada y cruel cacería de la que intentaran salir inmunes.
Caspar, el protagonista ingresado con un ataque de amnesia, deberá descubrir primero quien es el para así poder desenmascarar quien se esconde tras el destructor de almas. En un continuo juego con el lector, el autor nos va dejando pistas y mensajes que nos ayuden a resolver tan confuso enigma, pistas que finalmente desembocaran en un sorprendente final no exento de posibles interpretaciones.
Con un ritmo vertiginoso, que engancha desde sus primeras paginas, “El experimento” puede llegar a resultar confuso por los nombres alemanes de sus protagonistas que no facilitan precisamente la lectura. Sebastián Fitzek narra la historia a golpe de cronometro, situándonos en la acción con precisas franjas horarias y, como decía al principio, con un ritmo muy cinematográfico que probablemente haría mas comprensible y sobretodo intensa una historia como esta, en la que los pequeños detalles, los ambientes claustrofóbicos y los golpes de efecto cobran tanta importancia. Un relato en suma de ágil lectura que estoy casi convencido que en breve podremos disfrutar en una pantalla de cine.


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