lunes, 1 de septiembre de 2008

Cronicas morunas 8


CHAOUEN EN DOMINGO

Se impone acabar con estas crónicas tan accidentadas en su vivencia como en su redacción. Fueron apenas 3 días, tres días tan breves como intensos en múltiples y variadas desavenencias, después de las cuales decidimos adelantar un día la fecha de salida de nuestro viaje de regreso.
El domingo nos levantamos tarde y arrastramos nuestros ya perjudicados cuerpos por las estancias de la casa hasta hacernos fuertes en la cocina donde nos instalamos desde el desayuno hasta la hora de la siesta. Ni que decir tiene que nuestro estado era deplorable. Mi pudor me impide dar constancia grafica de ello y es que a pesar del veto fotográfico en el que nos encontrábamos no podíamos evitar una inesperada vena paparazzi y retratar todo lo que estaba en aquel salón a la altura de nuestros ojos.
Si bien es cierto que en los días que estuvimos en Chaouen tuve ocasión de probar algún platillo típico como el Tallin, básicamente durante nuestra estancia la alimentación era muy rollo picnic, bocatas, latas… por decirlo de alguna forma nuestra gastronomía estaba a la altura del glamour urbano que nos rodeaba. Decidimos regar la que iba a ser nuestra última comida en Chaouen con un brick de sangría don simón que nos habíamos traído de valencia, a lo grande….
La sangría nos aclaró las ideas y nos llevo de cabeza a la cama de la que nos levantamos para dar una vuelta por el centro de la ciudad. Nos tomamos un te en la plaza al tiempo que dos docenas de abejas nos improvisaban una bonita coreografía en la que tuve a bien participar agitando los brazos como un poseso espantándolas.
- No, si las abejas de Chaouen no pican…. Me decían, son muy urbanas…
- Pues debe de ser lo único urbano que hay en Chaouen, musitaba yo con la boca cerrada por temor a que me entrasen un par de ellas en la boca.

Las abejas acuden a la llamada del azúcar y sobretodo de la hierbabuena que corona el vaso de te y si uno no tiene cuidado al beber puede terminar engulléndose alguna como le ocurrió esa misma tarde a una niña que estaba sentada frente a nosotros.

Si ya de normal servidor no es excesivamente hablador, aquella tarde me acabe pareciendo al hermano pequeño de Belinda. Sin abrir la boca, haciendo gestos para comunicarme mientras no dejaba de agitar los brazos espantando a las abejas. Creo que fue en ese momento cuando concretamos que al día siguiente nos marchábamos…


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