miércoles, 14 de abril de 2010

El peluquero cinéfilo

Conocía aquella vieja peluquería desde hace años, muchos años. Recordaba haberla visitado durante mi infancia en un par de ocasiones. Dos experimentados peluqueros para los que, cual Dorian Gray, el tiempo no pasaba, siempre los conocí igual de mayores, compartían espacio en aquel pequeño bajo. Sobre las paredes compartían espacio, calendarios de tías en pelotas con fotografías del Valencia F.C. Interviú caducados se amontonaban encima de una de las sillas sobre las que pacientemente los parroquianos esperábamos turno mientras en la radio sonaba una de esas interminables y soporíferas tertulias en onda media. Cientos, miles de cabellos anónimos se apelotonaban en el frió suelo de terrazo deslucido por el paso del tiempo mientras en el mostrador de trabajo y de caótica manera, lucían los útiles e inútiles de trabajo. Tijeras de dudosa salubridad compartían espacio con herramientas de afeitado y colonias de dudosa procedencia y aún más dudosa prescripción. Un intenso a la par que asfixiante aroma a Varón Dandy inundaba el local.
Habían pasado unos años, pero esa fragancia masculina por decreto continuaba presente en la peluquería que salvo insignificantes diferencia continuaba prácticamente igual.
Las sillas donde antaño los parroquianos esperaban su turno, ahora estaban ocupadas por clientes foráneos, distintas lenguas y acentos salpicaban de color aquel rancio espacio, convirtiéndolo en una nueva Babel del corte de pelo a navaja.
Al frente de la misma, ya no estaban aquellos dos entrañables peluqueros, en su lugar un veintenero prudente y reservado se afanaba con esmero en su trabajo.
A pesar del contundente aroma a la conocida fragancia, aquel lugar me resultaba acogedor a la par que entrañable, y lo mejor aquel joven no me dio la impresión de que tuviese ganas de ponerme al día de la liga de fútbol.
Una vez sentado en el sillón frente al espejo y después de darle al peluquero las concisas instrucciones para el corte, este me sorprendió agradablemente cuando mirando al carcomido espejo me dijo:
Ayer vi. “Tamaño natural” de Berlanga. ¿La conoces?
Pocas cosas consiguen sacarme de mi autismo social, el cine es una de ellas y Berlanga mucho más. Cuando me quise dar cuenta nos entrontrabamos enzarzados en una interesante conversación acerca del conocido y admirado cineasta, para continuar hablando del cine de Lars Von Trier y de la nueva hornada de jóvenes directores españoles. Aquel corte de pelo se me hizo cortísimo, no creo que pensasen lo mismo un par de clientes oriundos de ecuador que asistían circunspectos a nuestra cinéfila charla.
Aquella tarde se abrió ante mí una nueva visión del universo peluquería, espero con impaciencia a que vuelva a crecerme el pelo para continuar nuestra conversación donde la dejamos.

2 comentarios:

Julia dijo...

Relato perfecto, creo que ya te comenté en otras ocasiones que me gustan tus relatos y la forma que les das. Además esta historia me he encantado, y la expresión "salir de mi autismo social" me la quedo, ya me entiendes.
Felicidades, espero que sigas publicando y leerte.
Saludos y hasta pronto

Dr.Magenta dijo...

Muchas gracias julia, me gusta que te gusten, soy vanidoso y me gusta recrearme los oidos,,,jajaja
Lo de "autismo social" me ha salido del alma,pero creo que somos muchos los que ahi estamos, creo que voy a hacer un grupo en el facebook.