La mascara

Comencé el fin de semana con la visita del técnico de la mascarilla con la que a partir de ahora debería de dormir, y digo debería porque al día de hoy todavía no la he estrenado. Confieso que me da un poco de miedo, la mascarilla que tiene que llevar el aire del aparato a mi nariz es muy tosca. Yo pensaba que se trataba de algo mas sutil, pero no aquello es una mezcla entre traje de astronauta del Apolo 13 y parafernalia sadomasoquista. El tubo que debo ajustar a la mascarilla parece el tubo de entrada de agua de mi lavadora y además hace un ruido tremendo muy Darth Wader, que me veo de esta guisa recorriendo el pasillo de mi casa y diciendo aquello de:
Luke soy tu padre….
En breve colgaré una foto , si lo se… también os debo la foto de la radiografía de mi dentadura….. pero es que la radiografía me da apuro, eso si que es un desnudo integral y lo demás son tonterías. Por cierto que esta semana seguiré con mi tour dental, mi aventura molar no ha hecho más que empezar y no “mola” nada….
Esto de la “apnea del sueño” es una lata, uno duerme pero no descansa y luego al día siguiente se va durmiendo por todas partes. Mis desayunos kamikaces son toda una institución, nunca se sabe donde va a terminar el vaso de leche, desparramado sobre la mesa, estampado sobre mi camisa, estrellado contra el suelo. No es la primera vez que me duermo desayunando y acabo dejando el la huella de mi rostro cual Verónica en una ensaimada, algo con un punto muy cinematográfico, muy paseo de las estrellas, pero que a primera hora de la mañana y con la cara recubierta de de harina glaseada no resulta ni minimamente atractivo, sin ir mas lejos la semana pasada de camino al bus descubrí que llevaba una galleta maria dentro de mi polo.
Podría contar mil historias de mis problemas con el sueño, de mis paseos sonámbulos con y sin caída al suelo, de imaginarios poltergueist de andar por casa, de fríos despertares a ras del suelo, en fin que para servidor irse a dormir es toda una aventura.